Ocho de cada diez guatemaltecos dice no ser supersticioso; sin embargo, 77.5% de ellos no entraría a un cementerio en altas horas de la noche. En esa misma dirección 86.3% sí cree en los milagros, 54% cree que los sueños son presagios, 51.5% cree en el diablo, 55% conoce a alguien que ha escuchado el grito de La Llorona. ¿Entonces? ¿Son, o no son? Por cierto que yo soy de los que conocen gente que ha oído a La Llorona.
Esto de los chapines que no son supersticiosos me recuerda un sondeo que vi en Antena 3, o en TVE. La reportera le preguntaba a la gente si era racista, o no; y, adivine usted qué contestaba la gente. Pues contestaba que no. Y luego, la reportera les preguntaba a los entrevistados si estaban de acuerdo, o no, con que sus hijos se casaran con alguien de raza negra. Y la gente rápidamente salía con distintas razones por las cuales eso no era conveniente. Que por los hijos, que porque la gente es mala, que porque la sociedad no entendería, que porque las cosas ya son difíciles como para complicarlas más, y qué se yo.
Lo cierto es que así, en abstácto, pocos están dispuestos a admitir que son supersticiosos, o que son racistas; pero, en lo concreto, cada quién busca sus motivos.
El miedo es un sentimiento artificial, creado hace milenios por “vivos” que aprovechando la completa ignorancia e inseguridad de sus allegados sociales, expliaban a manera de fantasias religiosas y o por creaciones resultantes de noches de juergas donde las sustancias alucinogenas creaban imagenes a todas luces ilogicas. Con el tiempo se organizaron mejor en cultos a las estrellas y a los astros y luego a las estatuas zoomorficas y luego a los dioses surgidos del desierto levantico para luego convertirlos en la mamarrachada actual donde se mezcla la chicha con la limonada del dinero, el ministerio y la obra social. La falta de certidumbre y la miope concepcion de que iremos a algun lugar luego de morir, creo la necesidad de construirnos cielos e infierno donde cada quien “pagara” sus males terreno. Absurdo, Absurdo, Absurdo.