En Guatemala no hay partido politico que sobreviva al ejercicio del poder. La Democracia Cristiana se ahogó en su propia inmundicia; el Movimiento de Acción Solidaria, que sólo existía en papel, se consumió después del fracaso del serranazo; el Partido de Avanzada Nacional no aguantó la salida de Alvaro Arzú y la primera derrota de Oscar Berger; el Frente Republicano Guatemalteco se ha ido extinguiendo y cuando ya no exista Efraín Ríos Mont (que talvez le sobreviva a las cucarachas, luego de la guerra nuclear) ya no quedará nada de él.
Esa suerte está corriendo la Gran Alianza Nacional luego de que perdiera las elecciones pasadas y luego de estar en el poder con Oscar Berger. La Gana también era un partido de papel; pero la dirigencia empresaurial había invertido millones en construir la marca. Ahora, todo se va por el caño porque “las tensiones en las filas de la Gana llegaron a su punto más crítico: el divorcio entre el grupo de diputados que ocuparon cargos en el anterior gobierno y quienes fueron reelectos ahora. Queda decidir cuál de los dos grupos será la bancada de esa agrupación”.
En la Unidad Nacional de la Esperanza, el partido de los actuales pipoldermos las cosas no se pintan mejor porque “Aunque nadie lo reconoce públicamente, todos en el Congreso lo comentan: la UNE afronta una crisis en sus filas; una bomba de tiempo que está muy cerca de explotar, debido a la inconformidad de varios de sus legisladores con las directrices del presidente Álvaro Colom”.
Los problemas en la UNE son tres: que los ministros nos sean del partido; que se haya bloqueado la comunicación entre diputados y ministros (para eso de los recomendados); y que se haya centralizado la comunicación entre alcaldes y el Ejecutivo.