La falsa institucionalidad chavista

Acabo de hablar con un cuate de Venezuela y me ha transmitido varias inquietudes que vale la pena compartir:

El régimen de Hugo Chávez avanza rápidamente hacia el totalitarismo y la parodia de legalidad que ha montado sólo sirve para engañar a los ingenuos y a quienes, en el ámbito internacional, se hacen la ilusión de que el dictador de Venezuela es un demócrata más; algo excéntrico pero aceptable para la comunidad de las naciones libres.

La oposición enfrenta un dilema serio: si recurre a las acciones legales, si concurre a votar en el referéndum, será burlada una vez más y arrastrará otra vez el estigma del fracaso y de la impotencia. Pero; si en cambio, quisiera pasar a la violencia, sería repudiada enseguida por quienes, diciendo defender los derechos humanos, omiten los crímenes de los dictadores y los insurgentes de izquierda; pero persiguen sin piedad a todos los que se les han opuesto o se interponen en su camino.

Creo que no podemos seguir convalidando la farsa de la institucionalidad chavista, comentó mi amigo.

No más peticiones ni reclamos a un congreso sumiso al amo todopoderoso, a unos magistrados genuflexos, a supuestos Defensores del Pueblo, Fiscales o Contralores que sólo son militantes del régimen, sin moral y sin respeto alguno por los derechos de los ciudadanos. Hay que desconocerlos, desconocer la legalidad mentirosa del régimen y actuar directamente, en la calle, sin vacilaciones ni falsos pruritos: a los esbirros del régimen, a los grupos armados que recorren las calles aterrorizando a la gente hay que enfrentarlos con valentía y decisión, jamás provocando la violencia, pero sin vacilar en actuar en legítima defensa cuando sea necesario.

No es la constitución de 1999 lo que hay defender, son los derechos inalienables de la persona humana los que están en juego, digan lo que digan los artículos de una constitución que se hizo a medida de Chávez y que ahora, por lo visto, ya le ha quedado estrecha; los derechos a la vida, la libertad y la propiedad, a la libre circulación de las personas y las ideas, a manifestarse pacíficamente y a tener elecciones libres y auténticas, no como las que organiza el régimen para convalidar los deseos del tirano que lo encabeza, son derechos superiores a cualquier texto escrito por alguna asamblea que se arrogue la representación del pueblo.

¿Dejaremos que, sin levantar un dedo, se imponga un régimen totalitario en Venezuela? ¿Permitiremos que se realice una votación en el clima de terror impuesto por las bandas parapoliciales que intimidan, agreden y matan? ¿No haremos más que marchar y seguir enviando petitorios y demandas a unos poderes públicos que sólo representan a una minoría? Esas preguntas, dice mi amigo, deben ser contestadas; y Venezuela, la libertad y la dignidad de todos sus habitantes, y de todos los latinoamericanos, así lo ameritan.

Esta puede ser la última oportunidad para los venezolanos (y para los latinoamericanos que no escaparemos a la influencia petrolera del tirano Chávez). Si dejamos pasar esta ocasión, la noche negra de la tiranía indefinida se cernirá sobre Venezuela…y quién sabe cuánto tardará en alcanzarnos por aquí.

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