“Los neoliberales están convocando a unas manifestaciones por la libertad, en contra de la tibia reforma fiscal que impulsa el Gobierno. No más impuestos, no más corrupción, es el lema”, así anuncia hoy, Martín Rodríguez, la gesta cívica que muchos ciudadanos estamos planeando para este viernes 29 y sábado 30.
Le agradezco a Martín su aporte; pero aprovecho para aclarar algo importante porque soy de los que está convocando y no me siento cómodo con la etiqueta de neoliberal. No porque no me gusten las etiquetas, como está de moda decir; sino porque creo que es inapropiada. En todo caso, prefiero la de libertario, liberal clásico, o incluso liberal (en español).
¿Y cuál es la diferencia?, dirá usted. Pongámoslo en ejemplos, digo yo; y sugiero usar libertario para referirme a cualquiera de las tres posibilidades citadas.
Un neoliberal favorece los tratados de comercio como el DR-CAFTA y otros; pero un libertario prefiere la eliminacion unilateral de aduanas y tarifas.
Un neoliberal favorece la dolarización como la que hubo en El Salvador y en Ecuador; pero un libertario prefiere la libre contratación y libre eleccion de monedas, como ocurre en Guatemala.
Un neoliberal favorece la privatización de las empresas estatales (incluso en condiciones monopólicas) como ocurrió en México, Argentina, y Perú, entre otros; pero un libertario prefiere la desmonopolización y la liberalización como ocurrió en Guatemala.
Un neoliberal favorece el flat tax; pero un libertario prefiere el poll tax. Un neoliberal prefiere eliminar las exenciones del Impuesto sobre la Renta; pero un libertario prefiere eliminar totalmente ese impuesto a los rendimientos del capital.
Un neoliberal sigue las directrices de organizaciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional; pero un libertario prefiere que ambas sean cerradas.
¿Por qué? Porque el libertario tiene como principios el respeto de los derechos individuales de todos, y la igualdad de todos ante la ley. No por cuestiones utilitaristas, sino por razones éticas.