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Sep 09

Arzú se peló

El dios del Palacio de la Loba se peló ayer en el Congreso. El alcalde de la ciudad de Guatemala, Alvaro Arzú, añoró a dictadores como Rafael Carrera y Justo Rufino Barrios, porque uno le dio forma al estado y otro modernizó al país. Instó a la instauración de un modelo cívico militar en la educación, modelo que, según él, le permitiría inculcar valores cívicos de convivencia, respeto y disciplina y, por ende, restablecer la autoridad de las instituciones.


Dijo cosas como que la democracia tiene sentido cuando es debidamente dirigida, y que el modelo de educación cívico militar permitiría reencausar a la juventud. Y, por supuesto, tenía que echarle su chinita a la Prensa; ya que dijo que la crisis de valores está presente en todo nivel: la familia, la iglesia, los partidos políticos, la empresa y la Prensa.

Lo que le faltó decir, al Expresidente es “I am holyer than thou”; y por eso es que yo podría darle forma al estado y modernizar el país; y hacer de los jóvenes un ejército ordenado de sumisos, obedientes y disciplinados contribuyentes. Ideales para que las autoridades puedan hacer con ellos lo que se les antoje, bien entrenados y bien imbuidos de los valores que las autoridades les inculquen.

¿Por qué es que no me extraña que hace poco vi un anuncio de Tu Muni, o del Partido Unionista, que usaba el himno fascista Cara al sol?

En lenguaje del siglo XX, las palabras de Arzú reflejan el pensamiento propio del conservadurismo más rancio para el que los valores ya están escritos en piedra y para el que el orden debe prevalecer sobre la libertad para que no haya inestabilidad, ni haya imprevistos. Para que todo permamanezca y para que no haya cambios. Empero, ¿por qué es que un personaje como Arzú admira a Carrera y a Barrios, que supuestamente se hallan en extremos opuestos del espectro filosófico/político chapín?

La respuesta la hallamos en el lenguaje del siglo XXI, porque las palabras de Arzú reflejan el pensamiento propio de los stasists.

En 1998, y en un libro que se llama The future and its enemies, Virginia Postrel explicó que las viejas etiquetas ya no funcionan e identificó a dos grandes grupos. Los devotos de la stasis o sea los que no quieren cambios y prefieren sociedades controladas y uniformes que sólo cambian con el permiso de alguna autoridad centralizada; y los dynamists que prefieren sociedades con fines abiertos en los que la creatividad y el emprenderurismo operan sobre reglas impredecibles y generan el progreso de forma impredecible.

Sólo en aquella stasis es posible la colaboración cómoda de plutócratas que creen que el país debería ser gobernado como se administra una empresa; militares que creen que el país debería ir hacia un solo objetivo común, como si fuera un ejército; exguerrilleros que creen que el país debería marchar por el camino que trazaron Marx, Lenin, o Mao; indigenistas que creen que su cosmovisión es superior a cualquiera otra; y de tecnócratas e intelectuales que creen que deberíamos tener un interés nacional multi e interclasista en el que tengamos tareas específicas a desempeñar como parte de un plan con fases que nos incorpore a todos. También expresidentes que creen que hay que inculcar valores y que hay que restablecer la autoridad.

Los dynamists, en cambio no están unidos por una agenda política común, sino por el entendimiento de que la sociedad es un orden complejo de procesos evolutivos tales como la investigación científica, la competencia en el mercado, el desarrollo artístico, y los inventos tecnológicos. Los dynamists creen que la evolución social es una serie infinita de posibilidades abiertas. Para los dynamists, la libertad es más valiosa que el orden, y para ellos, los valores se descubren a lo largo de un extenso proceso de pruebas y errores.

En el siglo XXI, los que le tienen miedo al futuro y al cambio, están enfrentados con los que saben que todo cambia, y que podemos ser parte del cambio. Están enfrentados con los que en vez de aferrarse a lo conocido, no le temen a explorar lo ignoto. Están enfrentados con los que ya se dieron cuenta de que si seguimos haciendo lo de siempre, fracasaremos como siempre.

Los stasists le tienen miedo al futuro si no lo controlan todo, y los dynamists disfrutan cada paso hacia lo desconocido y hacia lo que no está bajo el control…de gente como Arzú.