28
Nov 08

Canak, o árbol de manitas

Uno de los fenómenos que más me ha fascinado, desde que era niño, es el siguiente: Uno nunca ha oído ni visto algo; y de repente uno se encuentra con ese algo y le llama la atención; y luego una y otra vez ese algo vuelve a aparecer y a aparecer en la vida de uno.

Me explico: Cuando ví por primera vez el Lienzo de Quauhquechollan, me cayó muy en gracia el dibujo de un árbol que tenía flores como manos y la cosa no pasó a más. Hace unas semanas, viendo detalles de la flora que hay en el Lienzo, me enteré de que el árbol citado se llama árbol de manitas porque sus frutos rojos parecen manos. Y claro, por eso es que los quauhquecholtecas lo pintaron como lo pintaron.
 
Una, o dos semanas después me topé con tamalitos envueltos en hojas de canak, en la Casa Xara, de Tecpán; y comenté el asunto porque nunca los había visto y me parecieron muy sabrosos.
 
Y hoy, no sólo me he enterado de que el árbol de manitas y el canak son la misma cosa, sino que, además, resulta que he conocido personalmente al árbol citado. Y, aunque es un ejemplar pequeño y todavía no muestra sus encantadores frutos, sus hojas si las pude apreciar.
 
No estoy seguro, pero creo que Max Demian, explicó el fenómeno en el sentido de que cuando algo le llama la atención a uno, los sentidos de uno están más atentos y por eso uno tiene la sensación de que el algo se le cruza a uno en la vida con insistencia. A mí me parece una buena explicación.

29
Sep 07

La celebración de lo ordinario

Aún reconociendo que nadie es perfecto, es recomendable que uno a lo largo de su existencia encuentre héroes y modelos a seguir. Los héroes y modelos son fuentes de fortaleza, de inspiración y de ideales; no sólo cuando tenemos que remontar problemas concretos en la vida, sino para sobrevivir en una sociedad rasera que tiende a devaluar el éxito y a celebrar la mediocridad.

Ejemplo de aquellas actitudes negativas lo vemos en la película Los Increíbles cuando Dash se queja de no poder participar en las carreras de su escuela. Él le dice a su madre: “Papá dice que somos especiales”; y ella le contesta: “Todo el mundo es especial”. Y Dash murmura: “Esa es sólo otra forma de decir que nadie lo es”.

Los héroes y los modelos a seguir nos vacunan contra el desprecio por los que son mejores y contra la celebración de lo ordinario.

Libros como The Agony and the Ecstasy, The Star Gazer, La Columna de Hierro y The Razor´s Edge, me dieron en Buonarroti, en Galilei, en Cicerón, y en Larry Darrell, a héroes y modelos inspiradores. La tele me dio a El Zorro, el de Guy Williams; y la vida real me dio a Thomas Edison, a Charles Darwin, y a Manuel F. Ayau.

Cicerón me ayudó a afirmar mi confianza en la consistencia; y me aliviaba saber que la integridad de Cicerón era algo que ponía furiosos a sus contemporáneos. Larry, en The Razor´s Edge me planteó la cuestión de si la vida que yo estaba viviendo era la que quería vivir. Un ejemplo es cuando él le dice a Isabel Bradley “I can`t darling. It would be death to me. It would be the betrayal of my soul”.

Ningún héroe, ni ningún modelo para seguir en mi vida, han superado a Howard Roark de The Fountainhead: “mi respeto por cada creador que sea conocido, y por cada creador que vivió, luchó y pereció desconocido antes de alcanzar su logro”. Pero hay una novela que me es muy querida porque la leí en lo mejor (¿o en lo peor?) de mi adolescencia. En Demian leí que “la vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo”. Max Demian va en la vía contraria a la masificación de los individuos, reconoce la existencia de individuos dignos de emular y reconoce la individualidad de las personas.

Como Dash, de Los Increíbles; y como Rand, de The Fountainhead, Demian sabe que hombres como Howard Roark sí existen. Al hablar de Caín, Demian dice que llevaba una marca. “No se trataba de una auténtica señal sobre la frente, de algo como un sello de correos; la vida no suele ser tan tosca. Probablemente fuera algo apenas perceptible, inquietante: un poco más de inteligencia y audacia en la mirada”.

Los guatemaltecos tenemos ahora un modelo en Carlos Peña; y vale la pena destacar uno de los muchos aspectos valiosos de su triunfo: Es magnífico que un chapín haya tenido el éxito que él ha alcanzado; sobre todo porque el suyo es un éxito de él y no nos ha costado ni un centavo a los tributarios. Su triunfo se debe al reconocimiento que le otorgan sus admiradores de forma voluntaria, sin que medie la acción coercitiva del estado; y eso lo hace particularmente meritorio. Peña ha perseguido su meta, ha trabajado duro para alcanzarla, y no ha forzado a nadie más a pagar para conseguirla.

Me uno a la celebración de Peña, como no me he unido a otras celebraciones, por ese motivo. Debe de haber una diferencia, que no tiene por qué ser sutil, entre aquellos que alcanzan su éxito con el apoyo voluntario de otros, y aquellos que lo consiguen mediante la transferencia forzosa de recursos.

Modelos a seguir son aquellos que materializan nuestros valores, que son fieles a sí mismos, que son consistentes y que persiguen sus metas propias; y repito que los héroes y los modelos a seguir nos vacunan contra el desprecio por los que son mejores y contra la celebración de lo ordinario.

Publicada en Prensa Libre el sábado 29 de septiembre de 2007