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Jul 18

Carta a Andrés Zepeda, II

Hola, de nuevo.

Que pena que no vieras mi respuesta del 4 de julio pasado.  Gracias por interesarte en este intercambio de ideas y aquí van mis comentarios a tu nota del 13 de julio.

¡Coincidimos en que los privilegios de unos, desde siempre, son posibles a expensas de los derechos elementales de quienes no gozan de prerrogativas!  Tan lo sé (porque dices que debería saberlo) que si en Carpe diem buscas Igualdad de todos ante la ley, vas a encontrar un tanatal de alusiones al tema; tan lo sé que una de las razones por las que apoyé Proreforma es porque uno de sus artículos estipulaba que:

En ningún caso el Senado o la Cámara de diputados emitirán ley, o decretos arbitrarios, o discriminatorios, en los que explícita, o implícitamente se concedan prerrogativas, privilegios o beneficios que no puedan disfrutar todas las personas que tengan la oportunidad de hacerlo.

Ninguna propuesta de reforma constitucional, que yo conozca, ha incluido semejante prohibición.

¡Coincidimos en que es injustificable el robo de energía que hacen los dirigentes de Codeca!  Pero la solución está en el fortalecimiento del organismo judicial, para que los afectados por las fluctuaciones y los cobros abusivos puedan defenderse; y un organismo judicial confiable es un componente importantísimo del estado de derecho.  El robo es injustificable, como dices; pero también lo es la pretensión –de Codeca–de volver a estatizar la generación y distribución de la energía eléctrica porque, cuando la energía era estatal también había fluctuaciones y cobros abusivos, cuando no apagones que duraban 6 horas, no en rincones perdidos; sino en el corazón productivo del país.  Sumados a la corrupción que se ha hecho tan evidente ahora y que caracteriza a la administración pública. ¿Te imaginas la corrupción que había cuando el INDE era todopoderoso y monopólico?

Es cierto que en Guatemala no todas las leyes se cumplen y no siempre; pero incumplir las leyes tiene costos.  A veces son bajos y a veces son altos; a veces son de corto plazo y a veces de largo plazo; a veces se ven y a veces no se ven.  La falta de flexibilidad laboral no sólo se refiere a horarios, sino a muchos otros campos.  ¿Sabes que es ilegal que un trabajador pacte con su patrono la posibilidad de trabajar en vez de tener vacaciones y ganarse así unos quetzales extra?  ¿Sabes que aunque un joven sin experiencia esté muy necesitado de trabajo no puede acordar con un potencial patrono que lo deje aprender el oficio y trabajar por menos salario que el fijado de forma política, al margen de las necesidades de los involucrados directamente? ¿Recuerdas que la dirigencia popular y laboral del país prefirió que no hubiera trabajos en ciertas áreas del país antes que dar su permiso para que hubiera salarios diferenciados?  Cumplir leyes laborales inflexibles también tiene costos, y los esos costos los pagan las personas más vulnerables, menos capacitadas, y más necesitadas.  El caso es que tanto trabajadores como patronos incumplen con la ley cuando el costo de cumplirla es más elevado que el de incumplirla.  De ahí la sabiduría incuestionable del rey de El principito, que le explicó al joven príncipe:

La autoridad se fundamenta en primer lugar en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, hará la revolución. Yo tengo el derecho de exigir obediencia porque mis órdenes son razonables. Si yo ordenara a un general convertirse en ave marina, y si el general no obedeciera, no sería la culpa del general. Sería mi culpa.

Diferimos con respecto a la valoración de la desigualdad económica.  El problema en una sociedad donde hay muchísima gente pobre, como la guatemalteca, no es la magnitud de la diferencia entre ricos y pobres; el verdadero problema es que hay muchísimos pobres, y muchísima gente en la miseria.  El problema es que demasiada gente no sólo no puede poner tres tiempos de comida en sus mesas, sino que demasiada gente no puede desarrollar su potencial productivo y humano. Todo el tema ese de la desigualdad económica se basa en comparar a la gente; pero, ¿qué importancia tiene la comparación? Lo verdaderamente importante es si en esta sociedad, o en cualquiera otra, los individuos pueden desarrollar sus potenciales sin coerción, sin privilegios, sin obstáculos…o no.  En una sociedad en la que los individuos pueden desarrollar sus potenciales, incluso sus pobres están mejor que los pobres en una sociedad que es hostil a la productividad y a sus consecuencias no materiales. Si pudieras elegir el tipo de sociedad para vivir, ¿no preferirías una en la que tú y todos los demás pueden ser lo mejor que pueden ser?  En vez de ser lo más igual posible a los demás.  ¿Qué tal una sociedad en la que sin importar qué porcentaje de gente es propietaria de la tierra cultivable, la mayoría de personas puede desarrollar su potencial productivo y humano?  Es que en el siglo XXI la tierra cultivable ya no tiene la misma importancia económica y productiva que tenía en el siglo XIX.  ¿Qué tal una sociedad en la que mucho más de 260 individuos produjeran mucho más que el 56% del PIB?  Por cierto, en el siglo XXI el PIB no se acumula como se acumulaban los tesoros en baúles y en bóvedas en el siglo XVI.  En realidad, la riqueza (el PIB), se crea y se multiplica, si hay un ambiente e instituciones propicias para su creación y multiplicación de las que nos beneficiamos todos, incluidos los que tenemos poca participación en esas creación y multiplicación.  ¿Qué tal si fomentáramos ese ambiente?  No sólo para que haya muchos menos pobres, sino para que la pobreza no sea miseria.

¿Compartimos la idea de que el combate a la impunidad es urgente y valioso? Creo que sí. ¿Compartimos la idea de que el combate a la corrupción es impostergable y valioso? También creo que sí.  Si buscas en Carpe diem vas a encontrar que he escrito montones al respecto. Como lo veo es que la impunidad y la corrupción sólo pueden ser combatidas –efectivamente–  si se atacan sus raíces, no sólo sus efectos.  La raíz de la impunidad está en la falta de igualdad de todos ante la ley, y en que no se termina de entender que el sistema de administración de justicia es como un banco con cuatro patas: Los tribunales, el Ministerio público, la Policía Nacional Civil, el Sistema penitenciario; y que los cuatro necesitan de apoyo político, técnico y presupuestario para cumplir su misión con respeto a la Constitución y a las leyes.  La lucha contra la impunidad es un componente de la búsqueda de la justicia.  ¿Y la raíz de la corrupción?  Esta se halla en la multiplicación de oportunidades de injerencia política en asuntos que no son de orden político (como la decisión de con quién puedes comerciar, y con quién no y en qué condiciones) y en las posibilidades de arbitrariedad que genera aquella multiplicación (como cuando un funcionario puede decidir si tu furgón pasa por la frontera, o no; o cuando un funcionario puede decidir si te da un negocio, o no).  Sin límites claros al poder es imposible luchar efectivamente contra la corrupción. Se puede perseguir a todos los corruptos y meter presos a todos los corruptos; pero si continúan abiertas las causas de la corrupción los corruptos de ayer serán sustituidos por los de hoy, y los de hoy por los de mañana y así.   Es bien sabido que la ONU tiende a promover políticas estatistas que multiplican las oportunidades para involucrar políticos y funcionarios en actividades que les son ajenas; y es bien sabido que el estatismo es el caldo de cultivo para la arbitrariedad.  ¿Y la CICIG? A mí me inquieta que tenga tantos poder e influencia, y no sea responsable ante los electores y los tributarios chapines. Me parece inaceptable que ejerza su poder para diseñar una Guatemala a espaldas de los electores y los tributarios, de acuerdo con un diseño pactado con grupos de interés.  Me incomoda que cultive una forma de pensamiento único.  Desde tiempos de la CICIACS, mis objeciones contra una comisión como la CICIG fueron dos: 1. Que los guatemaltecos nunca resolvemos le fondo, sino que nos vamos a las ramas.  Que no funcionan los ministerios, hacemos fondos; que no funcionan los fondos, hacemos comisionados.  Y así.  No reforzamos el banco de tres patas; y traemos una comisión de la ONU.  2. Que al no enfrentar nuestros problemas y entregarnos al tutelaje de la ONU, nos íbamos a convertir en niños perpetuos, incapaces de ser responsables por los siglos de los siglos.  Y es lo que está pasando, no resolvemos el fondo y ya el jefe de la Cicig dijo que la tarea es formidable (o algo así) y que va a necesitar más tiempo y recursos para arreglar Guatemala.   De esto también he escrito párrafos y párrafos en Carpe diemHay dos citas que vienen al caso; una es de Lord Acton y dice que

El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente.

 Y la otra es de Henry David Thoreau y dice que:

Por cada mil personas atacando las ramas de un problema, hay una sola atacando sus raíces. 

Finalmente te reitero que no soy anarquista y no creo que haya que abolir el estado; si buscas en Carpe diem, nunca vas a encontrar que yo haya escrito algo a favor de abolir el gobierno.  A diferencia de muchos libertarios que creen que el gobierno es un mal necesario, yo creo que el gobierno es un bien necesario; y que debe ser fuerte.  ¿Para qué? Para que proteja la vida, la libertad y la propiedad de todos por igual.  Pero eso sí, el gobierno (que no es otra cosa que una abstracción que se concreta en políticos y burócratas que actúan) debe estar sujeto a la Constitución y a la ley para que no se convierta en instrumento de violación de los derechos de las personas, en nombre de los grupos de interés que lo controlen.

También reitero que no soy vocero de la UFM.  La explicación está en mi entrada del 4 de julio pasado.

Ya ves…otra vez esto se hizo largo.  De cualquier manera, gracias por animarme a aclarar mis ideas y a escribir sobre estos temas.  Saludos.


04
Jul 18

Carta a Andrés Zepeda

Hola.  Recuerdo la reunión de elPeriódico que mencionas en tu carta del 29 de junio pasado.  Llegaste en bicicleta y me inspiraste a usar la mía para ir al trabajo con más frecuencia.  Había estado con que sí y con que no con excusas variadas: Que si me aventaba un carro, que si me robaban la compu mientras pedaleaba y cosas así. Pero me animé a hacerlo con regularidad y lo hice durante meses…eso sí, ni este año, ni el año pasado volví a usar la cicle para ir a la oficina. 🙁

Me alegro de que coincidamos en que los migrantes se van de Guate porque aquí no hay suficientes oportunidades para salir de la miseria; y gracias por darme la oportunidad de abundar en la idea de que los impuestos son robo (idea en la que no coincidimos).

El Código penal de Guatemal tipifica el robo como tomar cosa mueble, total o parcialmente ajena, sin la debida autorización y con violencia anterior, simultánea o posterior a la aprehensión. Lo que se traduce en tomar lo que no es de uno, por la fuerza. El diccionario dice que robar es quitarle a una persona algo que le pertenece con ánimo de lucro, por medio de la violencia o la intimidación [como en si no pagás te meto preso] o utilizando la fuerza; y lucro quiere decir ganancia o beneficio [como en redistribución, subsidio, sueldo, y otros] que se obtiene en un asunto [como cobrar impuestos] o en un negocio.

En el espíritu de que vivir en sociedad y tener gobierno tienen costos, que deberíamos asumir en común (tienes razón), se olvida el hecho de que los tributos son impuestos y que deben ser cobrados bajo amenaza del uso de la violencia contra quien no los  pague. ¿Por qué violencia? Porque si no los pagas te llevan enchachado y por la fuerza al bote. Coincido contigo en que cualquiera, en su sano juicio, preferiría no pagar impuestos.  ¿Cuál es la razón por la cual casi nadie, nadie siente agrado por tributar? Porque el dinero que le quitan a la gente no es usado para propósitos que la mayoría de la gente elegiría pagar pacífica y voluntariamente con su dinero, como seguridad y justicia, por ejemplo; pero es usado para financiar intereses particulares que mucha gente nunca, nunca elegiría pagar pacífica y voluntariamente con su dinero.

Si tu, o cualquier lector lee Carpe diem, va a notar que no soy anarquista. No creo que haya que abolir el estado.  Al contrario, creo que el gobierno debe ser fuerte no sólo física, sino moralmente para cumplir -bajo la ley- el propósito para el que fue creado: Proteger la vida, la libertad y la propiedad de todos los miembros de la sociedad por igual., sin distinción, ni privilegios; y en ese contexto pregunto: ¿Para qué querríamos darles el monopolio del uso de la fuerza a represtantantes que tuvieran la facultad de violar la vida, la libertad y la propiedad de algunos de los miembros de la sociedad, en perjuicio de otros?  ¿Podemos estar de acuerdo en esto? De paso, creo que también estamos de acuerdo en que a los políticos y burócratas (el estado) hay que fiscalizarlos activamente y en que hay que participar como mandantes que somos. ¿Te parece?

Si podemos estar de acuerdo en aquello, quizás podámos acordar que si, sí hay asuntos como proveer seguridad y justicia que son de interés común a todos, todos los miembros de la sociedad (excepto a los criminales, claro; pero a ellos  no les vamos a preguntar si quieren que un estado fuerte protega la vida, la libertad y la propiedad de otros, ¿o sí?).  Empero, hay otras cosas -como carreteras, seguridad social, educación, puertos, y más- que si bien es cierto no siempre pueden ser provistos a escala individual, historicamente han sido provistos de forma colectiva (según las más variadas formas de organización voluntaria y pacífica).  La seguridad social era cosa de las asociaciones mutualistas, por ejemplo.  El hecho de que los políticos y funcionarios (el gobierno) hayan tomado para sí la responsabilidad de proveerlos, no invalida el hecho de que puedan ser provistos por otras formas de organización. Los políticos y funcionarios usaron su poder legislativo y coactivo para impedir que de forma individual, o de forma colectiva (pacífica y voluntariamente) sean resueltos ciertos problemas propios de la vida en sociedad.

Pero hay algo peor.  Distintos grupos de interés, de lo más variados, descubrieron que pueden usar su influencia, para conseguir que políticos y funcionarios tomen dinero ajeno por la fuerza (los impuesos) y lo redistribuyan con dirección a sus intereses.  A veces, esos intereses pueden ser benevolentes y bien interesados.  Cuando yo era orquidéologo -y creo que las orquídeas son algo hermoso y valioso, no sólo económica, sino espiritualmente– hubo un grupo de colegas que tenía conectes con el gobierno y propuso conseguir ayudas del gobierno para la conservación y protección del patrimonio orquideológico de Guatemala.  Me opuse, como muchos otros colegas, porque si bien es cierto que las orquídeas son una grande cosa, no nos sentíamos cómodos con la idea de cargar a los tributarios con el costo de nuestra afición a aquellas plantas maravillosas.  A veces, los intereses son perversos, como el de conseguir un subsidio (a cargo de los tributarios) para una actividad económica que es inviable y hasta perjudicial y cuyas utilidades sólo se reparten entre lo socios de la actividad beneficiada.

En última instancia, sin embargo, no importa si la actividad beneficiada es chula, como la orquideología; o si es perversa, como privilegios y canonjías para empresas, ONG, sindicatos, y otros.  Tomar dinero ajeno por la fuerza, para distribuirlo entre la clientela del que tiene la facultad de tomar los recursos, no puede ser bueno; porque viola el derecho a la vida, la libertad y la propiedad de los que son despojados; y además despoja de autoridad moral al recaudador.  ¿Podemos estar de acuerdo en que el representado no puede darle al representante facultades que él mismo  no tiene? Si como individuos no tenemos la facultad de tomar dinero ajeno por la fuerza, y repartirlo de acuerdo con las demandas de otros, o de acuerdo con nuestras valoraciones, ¿cómo ibamos a tener la facultad de delegar esa posibilidad en los políticos y burócratas?

Cuando pensamos en la riqueza y los impuestos nos engañamos si creemos que sólo los ricos y los beneficiados con patrimonios -que no merecen- pagan impuestos.  ¡Todos pagamos impuestos!  Yo ni siquiera le veo la cara al dinero que me quitan, porque me lo quitan antes de darme mi cheque a fin de mes.  Y seguramente pasa lo mismo contigo.  Pareciera, sin embargo, que los pobres (que no pagan Impuesto sobre la renta), no pagan tributos.  Pero los pagan de la peor manera.  Los pagan con falta de oportunidades de empleo, y con pocas posibilidades de que mejoren sus salarios.  El dinero que los políticos y funcionarios (el gobierno) toman para sus intereses y para repartirlo entre su clientela en el sector improductivo y coercivo de la economía (el sector estatal y el privado que es beneficiado con la expoliación), no se usa en el sector productivo y pacífico de la economía (el sector privado -del que formamos parte todos los que no somos beneficiarios de una partida presupuestaria del gobierno-) para ahorrarlo, o para satisfacer sus necesidades, o para  invertirlo en más fábricas, más tiendas, más fincas, o en otras actividades productivas. Los ricos (y ni tu, ni yo) no tienen sus dineros bajo el colchón. La gente cree que -como Rico Mac Pato- los ricos tienen su dinero en cofres, en alguna bóveda de sus casas; pero lo cierto es que la riqueza, para serlo, debe ser capital y debe ser productiva y se multiplica, o se transforma.  No hay empleos sin ahorro y sin inversión productiva. No hay mejores salarios sin oferta de empleos.  Sin mejores empleos y sin posibilidades de mejorar salarios, la gente no puede pagar el colegio de los patojos, el seguro médico, la mensualidad del carro y de la casa y en los peores casos, la gente tiene que migrar.

Los recursos (de los ricos, los tuyos y los míos, y los de nuestras familias, y nuestros amigos, y nuestros colegas) que se desperdician, se maladministran, y se esfuman en el sector estatal, no se usan para crear oportunidades para salir de la miseria. Hacen ricos a los saqueadores, pero no crean riqueza.

Ya se está haciendo larga esta carta, ¿verdad?  Pero es que me emociono cuando escribo de estas cosas ya que hacerlo me permite ordenar lo que pienso y ver si puedo comunicarlo con claridad.

Es facil, porque es intuitivo, creer que el hecho de que los tributos sean impuestos por representantes que elegimos para eso, hace que los impuestos no sean robo.  Pero lo cierto es que, como dijo Federico BastiatEl estado es la gran ficción por medio de la cual todo el mundo se esfuerza en vivir a expensas de todo el mundo.  Lo que llamamos el estado es una abrstracción; en realidad son políticos y burócratas que deciden en función política a quién le van a quitar y cuánto para dárselo a quién y quedarse con cuanto.  Alguien lo explicó poco más o menos así: Son dos lobos y una oveja votando sobre qué va a haber de cena. Si consigues un representante que tenga poder suficiente para imponer tributos y canalizarlos hacia tus intereses (benevolentes, o no) eres lobo; pero si no consigues representante que defienda lo que es tuyo, que defienda la facultad que tienes de decidir en qué gastas lo que ganaste, y que entienda que nadie tiene derecho a darle a tu vida un sentido distinto al que tu has elegido, pues no hay de otra: eres la oveja…eres la cena.

Estoy de acuerdo, contigo, en que delegamos funciones y en que debemos vigilar el uso que se le da a los impuestos; pero ¿todavía divergimos en que esas funciones no deben incluir violaciones a la vida, la libertad y la propiedad de todos por igual? ¿No estamos de acuerdo en que los impuestos deben ser usados sólo para el bien común (que es el de todos) y no para privilegiar intereses particulares?  Los impuestos dejan de ser robo si no son robo (Brujo yo, ¿va?) y si se usan para el bien común, que es el bien de todos.

Ya voy terminando.  Sorry.

En este espacio y en mi columna de elPeriódico, todo lo que escribo es a título personal. Mi acercamiento a las ideas de la Marro, empezó a ocurrir poco antes del terremoto de Managua, cuando mi padre viajó al INCAE con Manuel F. Ayau y luego los folletos del Centro de Estudios Económico-Sociales empezaron a llegar a mi casa.  Uno de los qué más influyó en mí fue La filosofía libertaria, de Benjamin A. Rogge, que leí unos dos años antes de siquiera entrar a estudiar en la Universidad Francisco Marroquín.  En esos años, mi abuela, Frances, me obsequió su ejemplar de La rebelión de Atlas, por Ayn Rand. Todas mis columnas entre 1987 y 2001 (el año en que entré a trabajar a la UFM están llenas de ideas afines a aquel segmento del espectro) Mi punto es que yo ya compartía valores con la UFM mucho antes de ser el director de RR.PP. en esa universidad. Con el tiempo me he vuelto mucho más objetivista que libertario y adelante te cuento por qué es que eso es importante.

Ahora sí, ya voy llegando al fin.

No soy vocero de la UFM aunque sí soy director de Relaciones Públicas (que quiere decir punto de contacto, chofér, guía de turistas, cocinero y lo que se ofrezca).  La UFM es una comunidad compuesta por miles de personas entre estudiantes, trabajadores, profesores, directivos, fiduciarios, alumni y amigos, cada quién con opiniones y horizontes filosóficos diferentes.  Es cierto que muchos compartimos valores; pero habemos objetivistas, libertarios, liberales clásicos, conservadores, neoliberales, los de la Escuela de Virginia y los de la Escuela de Bloomington; los misianos, los hayekianos, los friedmanianos y los randianos, los estatistas y los socialistas.  En el espíritu de respetar las valoraciones y las opiniones de los miembros diversos de la UFM, nadie es vocero de ellos y muchos de ellos no comparten mis opiniones sobre el aborto, sobre la libertad de expresión y sobre docenas de temas más. ¡Imagínate el lío que sería mi vida si tuviera que quedar bien con todos, si hasta en el Consejo Directivo hay un poco de todo! En un contexto colectivista como la sociedad chapina es difícil entender esto de que la UFM no opina; pero así es.  Opinamos muchos de sus miembros, porque somos individuos activos y muchas veces coincidimos, así como muchas veces, no.

Claro que como qua persona jurídica, la Universidad Francisco Marroquín necesita un representante y vocero…y ese es el Rector; y, aún así, como decía el exrector, Giancarlo Ibárgüen, ni siquiera el Rector puede hablar en nombre de la comunidad diversa que es la UFM.

Ahora sí…Fin…y gracias por la oportunidad de poner estas meditaciones en una sóla pieza.

Y a ver si me reanudo lo de la bici…¿en tiempos de lluvia? ¡Saber!