Durante la primera mitad de los años 60 usé el viejo aeropuerto La Aurora. Construido en el estilo neocolonial ubiquista, tenía una arquitectura característica con arcos, tejas y hermosos trabajos de herrería y ebanistería. Recuerdo que tenía una gran lámpara; y que tenía murales con los heroes centroamericanos: Tecún Uman, Atlacatl, Lempira, Nicarao, y ¿Urracá?. Las maquinitas traganíqueles estaban a mano derecha cuando uno entraba desde la Avenida Hincapié. Era costumbre despedir a los viajeros desde el balcón del segundo piso, en donde estaba la cafetería.
Mi padre me llevó una vez a la torre de control porque un amigo suyo trabajaba ahí. Esos eran los tiempos en los que los aviones olían rico y los tiempos en los que uno se entacuchaba para viajar. Por ahí anda una foto mía, listo para volar con chaqueta y sombrero.
Luego fue inaugurado el aeropuerto nuevo. Un edificio magnífico diseñado por Efraín Recinos; y fue una joya de su tiempo. ¡Tenía puertas que se abrían solas! Y, para un niño de 8 años, eso era magia pura. En mi primer trabajo —para una empresa impermeabilizadora— me tocó medir el techo. Eso fue una hazaña, no solo porque me encaramé, sino porque tuve que aprender a sacar las áreas de triángulos obtusos y escalenos.
Con los años, y la abulia de varias administraciones, aquella joya envejeció mal y se hizo obsoleta. Casi colapsó y fue remodelada, con una intervención tan chambona que los techos altos quedaron bajos; casi que fue sellado el edificio y el aire acondicionado no funcionó. El lugar daba grima y debe haber sido un infierno trabajar ahí. ¿Ya funciona el aire acondicionado?
Y entonces… Guatemala, que está en el corazón del mundo maya, donde están Tikal (que es la ciudad maya excavada más grande) y El Mirador (donde se halla la pirámide más masiva del mundo); Guatemala, que es un territorio relativamente pequeño con una riqueza cultural y natural inmensa, en donde a no más de cuatro horas de camino deberías poder cambiar completamente no solo de ecosistema, sino de una complejidad cultural a otra bien distinta y no menos fascinante; Guatemala, donde contrastan las maravillas contemporáneas con las que te podría ofrecer un viaje por el túnel del tiempo… pues Guate tiene un aeropuerto de porquería.
Llegamos al punto en el que la IATA advirtió que el problema de conectividad más grande que tiene Guatemala es el estado deplorable de La Aurora. Toda su infraestructura es deficiente. Peter Cerdá, funcionario de aquella asociación, lo dijo muy educadito, porque esas cosas se dicen con prudencia; pero la infraestructura del IALA es insuficiente para atender el crecimiento potencial de visitantes por esa vía. La Aurora ya no es competitiva. Yo digo que si va a ser hub de algo, es de las moscas.
Para aprovechar aquel potencial, hay que recuperar 18 años de abandono… ¿y me vas a decir que la administración actual, que no puede con un hoyo en la carretera al puerto principal del Pacífico, va a estar a la altura del reto?
Como con el hoyo de Palín, lo que corresponde ante la emergencia y para evitar más y más daños y perjuicios, es que la Administración no estorbe y privatice, o por lo menos dé en concesión el IALA. ¡De forma transparente, por supuesto! Y sin prejuicios ideológicos. Que no pese sobre los tributarios el costo de recuperar La Aurora. Que alguien con experiencia y talento explote todo su potencial. Y que las posibilidades de turismo y otros negocios que ofrece Guatemala no queden en manos de líneas aéreas ratas, que serán las únicas dispuestas a usar un aeropuerto de tercera.
Columna publicada en República.