Bromas, chebos e inocentadas

 

Inocente no es exactamente sinónimo de chebo; pero es una persona fácil de engañar, especialmente si es porque es confiada. En Guatemala, hoy se celebra el Día de los inocentes.

El día suele ser festejado con bromas y engaños en los que uno cae, precisamente por confiado, aunque a veces por baboso. Cuando yo era niño y adolescente recuerdo que los periódicos publicaban titulares engañosos y, si uno no estaba consciente de la fecha, bien podía ser engañado por lo que leía.

La masacre de los inocentes. Cornelis van Haarlem, Dominio público, via Wikimedia Commons.

Mi padre, cuyo cumpleaños era el 1 de abril (que es el April Fool’s Day en los Estados Unidos, el equivalente del Día de los inocentes), gozaba esta fecha. Recuerdo que un año llamó para avisarnos, a mis hermanos y a mí, que alguien nos había enviado regalos navideños a su oficina y que el mensajero llegaría con ellos en cualquier momento. Así que nos tuvo a los cuatro —toda la mañana— esperando ansiosamente, exactamente como espera uno cuando es niño. Por supuesto que los regalos no llegaron y él se divirtió mucho cuando llegó a almorzar y nos encontró más inquietos que de costumbre.

Hay bromas clásicas como la de llamar a alguien que uno sabe que no está disponible y dejar el mensaje de que lo había llamado el señor León. ¿Cuál era la gracia? Dejar el número de teléfono del zoológico para que la víctima de la broma le respondiera la supuesta llamada al señor león.

Mi favorita de todos los tiempos fue la de publicar un anuncio en el periódico que decía: Se compran árbolesde Navidad usados. Se pagan Q X por pie. Lleve el suyo a la dirección XX. El truco era poner un precio tan atractivo por pie que incentivara a las víctimas potenciales a desarmar su árbol y llevarlo. Dos víctimas había: el que llevaba el árbol y el de la casa a la que iban a depositar arbolitos secos.

A las bromas del Día de los inocentes se les llama inocentadas, y las hay complejas, como la de los arbolitos, o sencillas, como la de cambiar el azúcar por la sal a la hora del desayuno, y la de cambiar las horas de los relojes. Esta última era especialmente buena al momento de ver a la víctima correr como desesperada porque iba tarde al trabajo, o a lo que fuera.

¿Cuál es la frase tradicional para cuando las víctimas han caído en el engaño? ¡Por inocente!

La otra masacre de jóvenes inocentes.

Hay, sin embargo, inocentadas muy crueles.

El salario mínimo es una de ellas. Como lo que se ve es un alza en el salario nominal, para quienes tienen la suerte de tener trabajo, los inocentes, chebos y confiados creen que es una buena medida. Sin embargo, la inocentada está en lo que no se ve. El salario mínimo encarece los puestos de trabajo para quienes no tienen empleo; para los jóvenes sin experiencia, que buscan un primer trabajo; y para los mayores que ya no son suficientemente productivos. El salario mínimo encarece los puestos de trabajo y, en los sectores más vulnerables —que son las empresas pequeñas y medianas, así como las que pasan por malos momentos—, genera recortes de personal. Como el alza de salarios no es consecuencia de mayor productividad, sino que es una imposición política, los nuevos salarios nominales empujan hacia arriba los precios y ¡por inocentes! el valor de salarios reales cae.

Columna publicada en República.

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