Si en enero de 2020 me hubieran dicho que la humanidad entera iba a estar tan atemorizada que se iba a dejar encerrar y amordazar en cuestión de pocos días, yo hubiera pensado que era algo sacado de V for Vendettta. Si alguien me hubiera dicho que a la humanidad entera -por temor- no le iba a importar sacrificar a miles y miles de personas que perdieron sus trabajos, ni a miles y miles de niños que perdieron el tiempo en clases virtuales mientras fingían que aprendían algo y los maestros fingían que enseñaban, yo hubiera pensado que era algo sacado de alguna distopía.
En aquella misma línea de pensamientos, si alguien me hubiera dicho que para sentirse seguras, a muchas personas no les iba a importar si los abuelitos heladeros tenían para comer, o no, este columnista hubiera pensado que era una exageración. Mi especial solidaridad va para aquellos a quienes -como a Antígona– se les prohibió enterrar a sus familiares y amigos fallecidos.
Hace poco y no sé dónde leí que a todos nos gusta pensar que durante la II Guerra Mundial habríamos sido Oskar Schindler; pero la verdad es que habría demasiados Pavlik Morózov entre nosotros. ¿Te acuerdas de la chica que fue linchada en redes sociales porque estaba leyendo al aire libre en Cayalá durante el encierro de 2020? ¿Cuántas personas denunciaron a vecinos que salían durante el encierro, o que hacían reuniones privadas? ¡La prudencia no es lo mismo que el temor!
La cierto es que la libertad es precaria y que estamos a un solo temor de entregarla y perderla. Vi que ocurrió aquello después de los atentados contra el World Trade Center.
Yo, que crecí durante el enfrentamiento armado interno, cuando un grupo de colectivistas totalitarios intentaba establecer la dictadura del proletariado a fuerza de asesinatos, secuestros y terrorismo, nunca imaginé que la libertad -y con ella la civilización- eran tan frágiles.
¿Qué me motiva a escribir en medios desde 1986? La convicción de que los seres humanos sólo podemos vivir dignamente si tenemos la posibilidad de actuar con fundamento en nuestro mejor juicio racional sin estar sometidos a la coacción arbitraria por parte de otros. ¿Podemos equivocarnos? Sí, pero sólo si aprendemos de nuestros errores y estamos dispuestos a enfrentar las consecuencias de nuestras buenas y malas decisiones, no hay clavo.
¿Qué más? Participar en la defensa de la sociedad abierta contra sus enemigos. ¿Algo más? Pues, aclarar mis ideas y aprender en el proceso. ¿Y si me equivoco? No hay tos. Me he equivocado muchas veces.
Por ejemplo, ¡Cuántas veces escribí artículos en favor de la democracia!…hasta que leí más sobre el sistema republicano. ¡Cuántas veces escribí acerca de la necesidad de ampliar la base tributaria!…hasta que leí y conversé con mis amigos acerca de que los impuestos son robo, o extorsión. ¡Antes creía que era libertario!…hasta que entendí que más que adherirme a principios políticos, lo más desafiante y gratificante era explorar principios filosóficos, y ahora me siento cómodo pensando en mí como Objetivista.
Dicho lo anterior, muchas gracias a República por recibirme, y gracias mil a ti, lector de este diario, por hacer clic y leer este espacio que se repetirá los viernes. Por cierto, publico temas de actualidad; pero tengo una debilidad por las tradiciones y comidas chapinas, de modo que no te extrañe que aquí escriba sobre el valor de la libertad de expresión y que ocho días después comente lo ricos que son los zompopos de mayo asados al comal, sobre frijoles volteados, o sobre guacamol en tortillas.
¿Dónde me encuentras? Aquí, gracias a República, por supuesto; pero también escribo casi a diario en mi blog luisfi61.com; en Twitter @luisficarpediem y en facebook.com/luisfi61.
¡Por la libertad y la razón!
Columna publicada en República.