En 1948 el río San Francisco inundó Panajachel. Mi bisabuela contaba que causó muchísimos daños. Ella misma, su casa y su hotel Casa Contenta sufrieron estragos de los que nunca se recuperaron totalmente. La estructura de la que ahora es mi cama sobrevivió al lodo y a las piedras. Pero aquellas agua y lodo de hace 73 años, no eran los de ahora cargados de popodrilos, pipirañas y cacaimanes. Como los de casi todos los ríos del país.
En esta semana, José Eduardo Valdizán compartió imágenes que dan rabia del San Francisco, del río Villalobos y del río Platanitos cargados con aguas pestilentes y contaminadas.
Claro que algo tienen que ver fábricas y cultivos en las cuencas; pero, la verdad sea dicha, las heces, jeringas usadas, colchones, yinas, ropa y otras porquerías que van a parar a los ríos son responsabilidad de miles de personas inmundas que toman la decisión de tirar sus porquerías en las cuencas. La foto del Platanitos que muestra Valdizán es incontestable. Los tubos de desagüe de las casas que bordean el río evidencian que hay individuos que no tienen empacho alguno en echar sus excrementos en la corriente de agua.
Las personas son responsables; pero también las autoridades, que más que autoridades son pipoldermos. La contaminación de los cursos de agua ocurre a la vista (y muchas veces para alivio) de esos caciques mal llamados alcaldes. SI un río cruza el municipio, algunos munícipes lo ven como el medio más barato y rápido de deshacerse de la basura y deposiciones de sus vecinos. Ocurre a la vista de ese ñaque conocido como Ministerio de Ambiente.
De cuando en cuando veo a unas yutuberas de la costa sur que me gustan porque son auténticas. Son buenas personas que viven sus vidas, trabajan y disfrutan de lo que tienen; y a veces se bañan en el río que pasa por su poblado. ¡Y qué alegre es bañarse en el río, ¿sí, o no?! Pero luego me pregunto, ¿qué porcentaje invisible de detritus viaja por las aguas en las que se bañan las familias, o en las aguas que beben? Sin propietarios, las aguas son de todos, y de nadie.
Columna publicada en elPeriódico.