Este éxodo tiene que terminar, es una amenaza a la seguridad de EE. UU., les dijo el vicepresidente Mike Pence, de los Estados Unidos de América, a los presidentes de Guatemala, Hoduras y El Salvador.
Pence añadió que: los gobiernos del Triángulo norte deben aplicar acciones contra la migración ilegal, que den resultados inmediatos; reforzar las fronteras por medio de estrategias de inteligencia para combatir a los traficantes de personas; y poner en marcha campañas de información que prevengan a los guatemaltecos, salvadoreños y hondureños sobre los peligros y riesgos de viajar ilegalmente a los EE.UU.
La secretaria del Departamento de Seguridad Nacional de los EE.UU. subrayó que seguimos viendo amenazas reales. Necesitamos asegurar nuestras fronteras. Y el vicepresidente, Pence, insistió: Vengan legalmente, si no, no lo hagan.
¿Y qué respondieron los presidentes del Triángulo norte? Básicamente Sir, yes sir!
Así, a vuelo de pájaro, anticipo que este curso de acciones va a fracasar como fracasa, todos los días, la guerra perdida contra las drogas y por las mismas razones: Como dijo Henry David Thoreau, por cada mil personas atacando las ramas de un problema, hay una sola atacando sus raíces; se le da un tratamiento criminal a algo que sólo es delito y se deja a un lado el componente humanitario del problema.
La gente que se va de los pueblos guatemaltecos (salvadoreños y hondureños) no se va porque desconozca los peligros de la migración. Hace más de 40 años que la gente escucha y ve historias de horror, de abusos, de penurias y de muerte por parte de familiares, amigos y vecinos. La gente se va porque aquí no hay seguridad, ni justicia, ni oportunidades de trabajo. La gente se va porque ve que la familia de su vecino que está allá construyó casa. Porque allá si hay trabajo, ¡hay demanda de trabajadores! y porque aunque haya que pasar penas y andar escondidos, se puede ahorrar en dólares y enviarlos a casa para que aquí mejoren las condiciones de vida de los seres queridos.
En tanto haya demanda de trabajadores allá en el norte, las estrategias de inteligencia para combatir a los traficantes de personas van a tener el mismo éxito que las estrategias de inteligencia para combatir a los traficantes de drogas. Cuando identifiquen a unos, los capturen, los procesen y los encierren, estos van a ser sucedidos por otros. Y por otros. Y por otros. Y todo el proceso va a ser no sólo fuente de corrupción, sino que se va a encarecer y la clandestinidad va a atraer a actores más y más inescrupulosos.
¿Que van a reforzar las fronteras? Como si la presencia de policías y soldados evitara al trasiego de drogas, madera, armas y otras cosas donde lo hubiera. Es que, como decía mi abuela, Frances, Where there is a will, there is a way.
Las acciones citadas arriba parten de una premisa falsa: La de que los gobiernos tienen el control pleno sobre la población; cosa que sólo ocurre en sistemas totalitarios como Cuba, Corea del Norte, y otros de esa calaña.
En aquel contexto imagino un escenario ominoso: a las autoridades guatemaltecas actuando contra los migrantes salvadoreños y hondureños exactamente como no nos gusta que traten a nuestros migrantes en México y en los EE.UU. Y a las autoridades mexicanas tratando a los migrantes chapines, guanacos y catrachos exactamente como no les gusta que traten a sus migrantes en los EE.UU.
¿Sobre qué si tienen control pleno los gobiernos? Sobre las políticas -en sus países- que fomentan, o no la migración. Los gobiernos pueden decidir si van, o no, a concentrarse en proveer seguridad y justicia para su población. Pueden decidir si van, o no a promover el ahorro, la empresarialidad y la productividad, o no. Pueden decidir si van a asfixiar a la gente con el costo de tener gobierno y con impuestos, o no. Pueden decidir si van cultivar el estatismo y la arbitrariedad y a su hija la corrupución, o no. Eso sí pueden hacer los políticos locales y la gente no se va de donde hay seguridad y justicia, y de donde, además hay trabajo y posibilidades de prosperar. la gente no se va de donde puede poner por lo menos tres tiempos de comida en la mesa de la familia, ni de donde puede ahorrar y comprar seguro médico, y pagar el colegio de los patojos.
Eso sí, nos guste, o no nos guste, el gobierno de los EE.UU. (y todo gobierno) tiene la facultad de establecer la política migratoria que responda no sólo a sus políticas generales, sino a los deseos de sus electores. Incluso si eso es perjudicial a sus propios intereses. Y es derecho de los ciudanos de aquel país (y de todo país) cambiar para bien, o no la política migratoria de su gobierno.
Sostengo que las políticas migratorias muy restrictivas violan los derechos de los habitantes del país restrictivo porque les impiden -por ejemplo- contratar los trabajadores que necesitan para sus negocios. De ahí que una política migratoria sana debería tomar en cuenta factores como el citado. Dicho lo anterior, no hay tal cosa como un derecho a ser recibido como migrante. Si bien es cierto que las personas deberían poder escapar de regímenes totalitarios, de economías corruptas y empobrecedoras, el acto de recibir a esos migrantres es uno de benevolencia, de caridad o de filantropía. No la consecuencia de un supuesto derecho a ser recibido, ¿por qué? Porque recibir migrantes impone cargas que sólo pueden ser asumidas voluntariamente y deben tener límites claros como los tienen otros actos de benevolencia, caridad o filantropía.
Y hay otro caveat: Las restricciones migratorias por motivos racistas son inmorales por las mismas razones que el racismo es inmoral: El racismo juzga a las personas con base en datos irrelevantes, como el color de su piel; y por lo tanto hace que los juicios derivados de esa perspectiva sean inútiles. El racismo se enfoca en lo físico, que es no elegido, en vez de enfocarse en el carácter de las personas, en sus valores, en sus ejecutorias. Empero, la migración de terroristas y otros criminales, las olas migratorias que tienen el propósito de cambiar la cultura -e incluso eliminar la civilización- de los países anfitriones no tienen por qué ser bienvenidas.
La pelota, pues, está en nuestra cancha. ¿Los chapines vamos a seguir promoviendo expectativas irracionales y políticas irracionales que incentivan la migración, o no? ¿Qué queremos de los EE.UU.? Lo que quería Diógenes, de Alejandro Magno: No me tapes el sol; porque si el éxodo ha de terminar, ¿va, el gobierno de los EE.UU. a seguir promoviendo políticas que incentivan a la migración?
La foto es de elPeriódico.