Pensando en España y en Guate

Con tristeza y estupor veo lo que ocurre en España, y pienso que los guatemaltecos podemos aprender algo.

Como las ideas tienen consecuencias, nunca hay que subestimar el rol de la educación estatal en la construcción del nacionalismo, del pensamiento único, del colectivismo y del jacobinismo.  Los nacionalismos esos de amigo-enemigo y de nosotros-los otros, se construyen alrededor del control de la lengua. La revolución medra en la sociedad escindida, no en individuos, sino en colectivos enfrentados en torno a identidades y elementos colectivistas.

El pensamiento único –ese fenómeno normalizador– se va construyendo poco a poco; y como la broma (los teredos que “se comían” las carabelas en el siglo XVI) causa daños irremediables.

La confusión entre república y democracia, fabricada deliberadamente, no sirve a la causa de los derechos individuales; sino a la de ideologías para las cuales los intereses colectivos (o los de los que dicen representar a los intereses colectivos) deben prevalecer sobre los derechos individuales.

Los medios de comunicación al servicio del poder y de la política (oficiales, o no), son corresponsables, con la educación estatal, de la construcción del nacionalismo, del pensamiento único, del colectivismo y del jacobinismo.

El estado de derecho no puede prevalecer, si no existe la voluntad política de defenderlo.  Al estado de derecho sólo se le puede defender desde la Constitución y la ley.  No son lo mismo estado de derecho que estado de legalidad.  En defensa de la libertad, ni las turbas divinas, ni los chiquilines, ni el asamblearismo sustituyen a los comicios celebrados conforme al derecho.

La guerra es de cuarta generación, es mediática, es de memes, de fotos y vídeos.  La información y la desinformación circulan en tiempo real y en cantidades industriales.

No hay tal cosa como libre determinación de los pueblos; y lo que sí hay es libre determinación de los individuos.  La minoría más pequeña es el individuo.  Una mayoría no puede –o no debería poder– aplastar los derechos de una minoría (ni al revés).  Las minorías silenciosas (y las mayorías silenciosas) son cómplices.

La foto la tomé de Facebook; y esta columna fue publicada en elPeriódico.

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