Adam West, el Batman de mi generación, falleció hoy a la edad de 88 años a causa de la leucemia.
Allá por 1967, o 68 mi padre nos regaló a mi hermano Juan Carlos y a mí sendos trajes de Batman y Robin. Es que esa era una de nuestras series de televisión favoritas, hasta el punto de que -¿cómo iba a ser eso posible, pero lo era?- mi padre tenía que silbar el tema de la serie cuando tocaba a la puerta e iba a por nosotros a la casa de mi abuelita, Juanita, a modo de santo y seña. Ya se que esto no es fácil de imaginar; pero igual, así era como era.
Esto es en los años 60 cuando uno dependía 100 por ciento de los horarios de la televisión y uno de verdad tenía que esperar para ver sus series y películas favoritas. No era fácil; pero no había de otra y uno no imaginaba un mundo en el que eso fuera distinto. Elvis Presley tenía tres televisores distintos en su casa para ver los únicos tres canales nacionales que había en los EUA en aquel entonces.
Tuve traje de Batman y carrito de Batman. Un batimóvil al que le salía fuego del escape. Fuego de plástico, debo explicar. Tuve linterna de Batman que para alumbrar lanzaba una batiseñal. Un cuate del colegio tenía cinturón de Batman, con gadgets y todo.
Esos eran los años en los que Batman (Bruno Dîaz -porque todo venía traducido-) era Adam West; y los años en los que Robin (Ricardo Tapia) era Burt Ward. El dúo dinámico, para más señas.
Por cierto, no es fácil ser Batman. Si aceptas que tu identidad la construyes tú mismo, que tu propósito en la vida lo estableces tú mismo, que el orden de tu vida lo creas tú mismo, si aceptas completamente estos conceptos, tendrás el apuntalamiento filosófico para convertirte en Batman, así escribió mi amigo y maestro Warren Orbaugh. Seguramente querrás leer ese artículo en recuerdo del Batman de los sesenta.
La foto la tomé de Facebook.