Los taxistas contra Uber

Con mensajes contra Uber más de cien taxistas bloquearon el paso en el Trébol  y perjudicaron a miles y miles de personas el miércoles pasado.  Mi cuate, J. Toriello, en Facebook, publicó un vídeo donde se veían los taxis con números y placas tapadas.

Escucha el podcast aquí.

Los taxistas, en el mundo, se han opuesto violentamente a la competencia e innovación que ha traído Uber; y en Guatemala, los taxistas siempre se han rehusado a abandonar a la comodidad. A finales del siglo XX, los taxistas estacionarios se opusieron a los taxis rotativos; poco más tarde los rotativos se opusieron a los amarillos hasta el punto de que, por ejemplo, los amenazaban cuando llegaban al aeropuerto La aurora.  Hoy, los taxistas la tienen contra Uber.

Es cierto, eso sí, que los taxis tradicionales están sujetos a extorsiones por parte de políticos y burócratas; es decir, a licencias, trámites, ¿arbitrios y tasas? ¡Ya te imaginas!  Pero nótese que los taxistas tradicionales no están pidiendo que les quiten aquellas cargas e igualar su condición a la de Uber para competir sanamente.  Lo que piden es que Uber sea eliminado de la competencia y, en el mejor de los casos, que a Uber, los políticos y los burócratas los castiguen como a ellos.

Es como la historia del campesino ruso que, teniendo él una vaca y su vecino un toro, cuando se le apareció un genio y le ofreció un deseo, en vez de pedir un toro para él y así iniciar una crianza de bovinos, lo que pidió fue que el genio matara al toro de su vecino.

Es como la parábola aquella de F. Bastiat en la que los fabricantes de candelas, velas, lámparas, candeleros, faroles, apagavelas, apagadores y productores de sebo, aceite, resina, alcohol y de todo lo que concierne al alumbrado, les piden a los diputados que legislen y ordenen el cierre de todas las ventanas, tragaluces, pantallas, contraventanas, póstigos, cortinas, cuarterones, claraboyas, persianas, en una palabra de todas las aberturas, huecos, hendiduras y fisuras por las que la luz del sol tiene la costumbre de penetrar en las casa, en perjuicio de las bellas industrias con las que nos jactamos de haber dotado al país.

¿Viste?

Columna publicada en elPeriódico. La foto es de J. Toriello.

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