Oakland Mall y responsabilidad

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¿Sabes qué es lo que más me impresionó de mi visita del domingo al Oakland Mall? Las caras de los niños y de los ancianos cuando admiran el árbol de cristales y el Rooftop. Los niños son especialmente expresivos porque sus ojos se iluminan entre las luces, la música, los colores y en el ambiente propio de la temporada.

Al ver el árbol y el nuevo espacio -y ver las caras de la gente que los disfruta- entiendes por qué es que los destruccionistas odian el árbol, odian los centros comerciales, odian la Sexta avenida limpia y bonita y odian como sólo pueden odiar los que envidian lo que es bueno porque es bueno.  Como escribió Helmuth Schoeck  la mayoría de las conquistas científicas por las cuales el hombre de hoy se distingue de los primitivos por su desarrollo cultural y por sus sociedades diferenciadas, en un palabra, la historia de la civilización, es el resultado de innumerables derrotas de la envidia, es decir, de los envidiosos.

Celebro la alegría que la gente encuentra en lugares como el mencionado y en temporadas como la que celebramos.  Celebro la productividad que los hace posibles y las inversiones que los hacen realidad.  ¡Que dicha que hay gente que tiene empleos en esos lugares!

Y…sin embargo…lamento que los desarrolladores de aquel centro comercial sean los directamente causantes de el fastidio del tráfico sobre la Calle real de la Villa de Guadalupe o Diagonal 6.  Desde la décima calle hasta pasada la 12 avenida, el tráfico se pone lentísimo, cuando no se detiene del todo debido a que cuando fue construido al Oakland Mall, sus desarrolladores hicieron un chapuz para facilitar el acceso a sus instalaciones.  Sin tomar en cuenta el efecto que el lugar tendría sobre el tráfico (que luego se intensificó como ya sabemos), los desarrolladores no sólo no previeron un buen acceso al principio (cuando hubiera sido relativamente menos costoso), sino que prefirieron hacer ampliaciones gigantescas, antes que atender la externalidad negativa que estaban causando.

¿Sabes que para controlar el tráfico en el área hacen falta por lo menos dos policías municipales de tránsito?  Estos, ¿son pagados por los tributarios? Si no estuvieran controlando el tráfico en un lugar donde no deberían hacer falta, ¿estarían en un lugar donde sí hacen falta?

Cuando fue inaugurado aquel centro comercial lo celebré; pero ahora es momento  para recordarles a los inversionistas, a los empresarios, a los desarrolladores y a otros actores económicos en todas partes que, cuando ellos eluden responsabilidades y descuidan las externalidades, abren la puerta para caballos de Troya como la responsabilidad social empresarial.  Dicho concepto hace insuficiente que el empresario sirva bien a sus clientes eficientemente sin hacer daños a los demás, y hace insuficiente que el empresario multiplique la riqueza; para exigirle que -supuestamente- devuelva algo que -supuestamente- ha tomado y demanda de él cierto sentimiento de ilegitimidad y culpabilidad que convierte el héroe en villano y lo bello en indecoroso.  Extremos perversos que pueden ser evitados si se evita la tentación de los chapuces.

Queda en jaque, sin duda, la planificación por parte de burócratas ya que -una vez más y por si hiciera falta- se evidencia que es ineficaz para prever externalidades tan sencillas como la del tráfico por ingreso a un centro comercial.

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