No recuerdo una vez que haya visitado Iximché y no lo haya disfrutado. Iximché es la antigua capital de los cakchiqueles, en Tecpán.
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Iximché fue el primer sitio arqueológico mayense que visité, cuando estaba en Cuarto grado de Primaria. El aire, allá es limpio y puro y la luz es clara. La gente siempre es muy amable- Entras a la ciudad y con un poco de imaginación la puedes ver en plena actividad. Está viva en sus plazas, sus templos y sus palacios. ¿Cuándo se pone mejor? Cuando hay actividad en en el espacio ritual de aquel sitio.
Desde 2001 que no veía una de estas prácticas. La gente congregada alrededor del fuego. Las velas, huevos, flores, bebidas y otros objetos propios de la parafernelia ritual bien dispuestos. En el momento más impresionante de aquellos ritos, los sacerdotes toman un gallo y lo degüellan. Si eso no te impresiona, acto seguido el cuerpo decapitado es soltado en la suelo y ves como el cuerpo sin cabeza corre de aquí para allá y en círculos sin ton, ni son, hasta que cae agotado, sin vida alguna. Luego el shamán esparce la sangre del gallo sobre los objetos rituales que serán quemados para elevar entre el humo las oraciones de los peticionarios; y la sangre del gallo también es esparcida en los restos del templo que está junto al lugar del fuego.
Fascinantes, también, son las palabras que salen de la boca del sacerdote. Invocaciones a Nim Ajau, a numerosos santos, a un licenciado y al emperador, entre otras que no recuerdo, o igual no entiendo.
Una visita a Iximché siempre te deja algo. Cuando menos te deja la experiencia de un lugar pacífico y encantador; y cuando tienes más buena fortuna, te deja un contacto con un mundo cultural diferente, primigenio y fascinante.