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Me tocó vivir la jornada de hoy en La Antigua. Aquí hubo una concentración razonable en el Parque Central. No la mayoría; pero sí muchos negocios tenían carteles de rechazo a Otto Pérez Molina y muchos negocios incluso cerraron. Mientras tanto, en la ciudad de Guatemala, la Plaza de la Constitución y calles aledañas (a pesar de la lluvia) están topadas de gente. Topadas.
Así se va a recordar a Otto Pérez Molina en los libros de Historia. El primer Presidente que los chapines sacaron a sombrerazos en el siglo XXI. ¿También se lo recordará como el Presidente que le abrió la puerta al un regímen como el de Nicaragua, el de Venezuela, el de Bolivia, o el de Ecuador? Eso está por verse.
Otto Pérez Molina tiene una larga historia de servirles a los simpatizantes de aquellos regímenes: les firmó los acuerdos de paz que le tendieron un puente de plata a la exguerrilla y le permitieron una salida elegante de un enfrentamiento que ellos habían perdido militarmente. Aquellos pactos de apaciguamiento le safaron la alfombra al Ejército para que luego, Oscar Berger terminara de debilitarlo y desarticularlo. OPM estuvo rodeado de importantes asesores que fueron miembros de la guerrilla, o que tuvieron contactos estrechos con ella. Subió impuestos como lo haría cualquier socialista, promovió una reforma constitucional a la medida de sus asesores socialistas, cuando pudo promovió una reforma agraria como lo harían los socialistas. A mí no me extraña que su salida ominosa tenga consecuencias no intencionadas (¿No intencionadas?) que sigan en la senda descrita anteriormente.
Otto Pérez Molina es una vergüenza; y esa vergüenza, ¿cuánto nos va a costar a los chapines?