¡Hay montones de persimones en los mercados! y me encanta disfrutarlos bien , bien, bien maduros, suculentos. Lo que más me gusta es su color , su dulzura y su textura, tan distinta a otras frutas. Me encanta comerlos fríos, aunque al tiempo también son sabrosos.
Los persimones siempre me recuerdan a mi abuela, Frances, en mi adolescencia. En aquel tiempo no eran comunes, ni conocidos, y ella compartía conmigo los suyos que le llevaba su comadre, Queta, cosechados del jardín de su suegro don Manuel, en Panajachel. La Abui, como le decíamos a mi abuela los comía crudos disfrutando de su dulzura y de su textura peculiar; o preparaba un pudding que sacaba las lágrimas de lo delicioso que era. De repente y me animo a hacer un pudding de persimones ahora que hay tantos y tan buenos.