“Halloween” y Día de muertos

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Hoy se celebra la fiesta de Halloween, íntimamente ligada a los festejos de todos los santos y de los muertos.  Los tres días son una de las fiestas más importantes del calendario de celebraciones chapinas.

En Guatemala, las últimas dos se fusionan en la del 1 de noviembre cuando las familias se reúnen para comer e intercambiar el Fiambre; y mi hipótesis, sin fundamento científico, es que esta es nuestro Día de Gracias.

La noche de Halloween es importante porque es la víspera.  Es la noche en la que se deja curtiendo el Fiambre para comerlo al día siguiente. La noche en la que los ingredientes quedan mezclándose e intercambiando sus sabores y aromas. Además es una noche lúdica en la que celebramos la vida y nos burlamos de la muerte; así como de las brujas, de la hechicería y de otros productos del misticismo.

En el día 1 las familias recuerdan a los que han fallecido y alrededor de un plato opulento –que incluye carnes, embutidos, vegetales y adornos exuberantes–  celebran que están unidas, que pueden comer aquellas delicias y que ¡hasta pueden compartirlas!

El Fiambre, como el pavo y otras maravillas del Día de Gracias, no es posible sin trabajo productivo, ni cosechas, ni ahorro, ni salud, prosperidad y talento.  El Fiambre que se come en soledad no sabe tan bien como el que se come acompañado por las personas que uno ama, que uno valora, que uno admira, que uno respeta o a las que uno les tiene cariño.

No es cierto, por cierto, que la tradición de pedir dulces en la noche de hoy sea ajena a la cultura chapina. Los niños de antaño, durante lo que ahora conocemos como Halloween, iban de casa en casa recitando: Angeles somos/ del cielo venimos/ cabecera pedimos./ Si no nos la dan/ puertas y ventanas lo pagarán. Era la versión criolla del trick, or treat; y si los críos no recibían sus dulces de ayote y de jocotes manchaban puertas y ventanas con cal.

De cualquier manera, una fiesta en la que se celebra la vida y en la que se hace mofa del misticismo; una fiesta en la que se celebran la bonanza y la prosperidad, y una fiesta en la que la familia es el núcleo unificador, es una fiesta que merece ser celebrada.

Columna publicada en El periódico.

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  1. Cuando yo era un niño, mi amada abuelita me contaba que los niños pedían “CANCHUL” y no “cabecera”