Los diputados se repartieron –por cuotas– la escogencia de magistrados del Tribunal Supremo Electoral y ahora los magistrados son representantes de los partidos. Eso es grave porque el TSE es la máxima autoridad en materia electoral. Es un órgano constitucional que debería ser independiente de control político y que no debería estar supeditado a organismo alguno del estado, ni debería estar subordinado a los partidos políticos a quienes tiene que controlar.
Los magistrados van a enfrentarse a partidos que irrespetan la ley y al Tribunal; y a candidatos que pretenderán ser inscritos aun cuando sus candidaturas sean ilegales. Van a enfrentar partidos voraces que -inspirados en las experiencias venezolana y nicaragüense, para citar dos- están aprendiendo a hacer uso de las instituciones, de la democracia y de la ley para atrincherarse en el poder en desmedro de la república y del estado de derecho. Enfrentarán una institucionalidad venida a menos, en parte por la falta de autoridad dentro del Tribunal mismo, y en parte a causa de que ese es un mal generalizado en la administración pública. Van a enfrentar partidos que diseñaron una ley electoral que los aleja del rol tradicional de ser intermediarios entre los mandantes y los mandatarios y de ser plataformas programáticas; y los consolida como maquinarias electoreras para repartir el poder y el acceso a los recursos de los tributarios. Van a enfrentar las presiones de grupos de interés y de facciones. Van a enfrentarse a la narcopolítica.
Esos son algunos de los retos que enfrentarán los magistrados. Van a enfrentar aquellos y el de dar la talla de personajes que los precedieron como Arturo Herbruger A., Mario Guerra R., Roberto Sánchez L., John Schwank D., y Hugo Maúl F.entre otros.
En las elecciones recién pasadas, en El Salvador, vimos de cerca la importancia que tiene un tribunal electoral que actúa como juez y árbitro; y no como parte. ¿Podrán hacerlo los magistrados chapines si no son independientes, sino representantes electos para defender intereses salidos de pactos politizados? Está por verse. Y ojalá que no sea cuando ya no haya remedio.
Columna publicada en El periódico.
Lástima. Pocos años nos duró un Tribunal Supremo Electoral independiente y honorable.