Tarjetas de fin de año

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En casa, este año decidimos volver a practicar una tradición que habíamos abandonado: la de enviar por correo tarjetas de fin de año.  ¿Sábes qué? Me emocionó mucho la alegría con la que fueron recibidas.

Abandoné aquella tradición cuando colapsó el correo estatal allá por finales de los años 90. Cuando yo estudiaba en Maryland escribía tres cartas a la semana; pero las tenía que enviar por medio del P.O. Box en Miami y luego por correo privado.  Ahora no existe correo estatal, y el correo nacional funciona bien…algo lento…pero bien.

Hay algo encantador en los actos de enviar y recibir correo que no sea el estado de cuenta de la tarjeta de crédito, ni las cuentas de la luz y el teléfono.  Hay algo especial en elegir las tarjetas, escribir a mano unas líneas, meter las tarjetas en los sobres y llevarlas al correo.

Mi bisabuela, Frances, enviaba y recibía centenares de tarjetas.  No exagero…eran un mínimo de 200.  Cuidadosamente dedicaba varias horas a eso de las tarjetas y de ella aprendí a hacerlo.  Cuando era niño me gustaba mucho ver las tarjetas que a veces colgaba en la baranda de las gradas de su casa, o en las cortinas que había al lado de las gradas.  Me gustaba ver hasta dónde llegaban de tantas que venían y me gustaban las imágenes que traían.

En casa estamos muy contentos de haber revivido la tradición; y seguramente la haremos crecer el año que viene.

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1 comment

  1. Qué buena idea. Se las voy a copiar.
    Yo le enviaba tarjetas a todas mis amistades, parientes, a mi dentista, hasta al gato creo yo. Había tarjetas divinas.