Juegos mecánicos y estatismo

A la edad de seis años mi hermana se cayó del Ratón loco; y quedó colgada en el tercer nivel. Hubo momentos de tensión mientras unas personas escalaron aquella montaña rusa y la rescataron antes de que los carros dieran otra vuelta y la arrollaran. Mi hermana fue bajada con una gravísima herida en la frente y fue llevada del Parque de la Industria a un hospital. Para su curación requirió de varias intervenciones quirúrgicas y ¡todo salió rebien!

Desde entonces les tengo respeto a los juegos mecánicos; ¡pero me encantan las montañas rusas! Una vez, convencí a mi hermana de que no les tuviera miedo y, valientemente, se subió a la que había en el zoológico La Aurora. Me he gozado mucho la de Xetulul, y la Texas Giant que es de madera y su sonido es fascinante. La última vez que me encaramé a una rueda de Chicago fue en Sumpango; y prometo… juro… solemnemente… que nunca más. ¡Qué mareo más espantoso!

Cuento aquello porque me dio tristeza la muerte de dos personas, ocurrida al desprenderse el carro de una montaña rusa en Xela. ¡Qué pena! ¿Sabes qué me perturba mucho? Que el estatismo induzca a la gente a confiar en que los políticos y sus funcionarios van a velar por la seguridad de los juegos mecánicos. ¿Así como velan por la seguridad del transporte colectivo, o por la calidad de la educación? ¿Por qué es que la gente, que sabe que los políticos y funcionarios son ineptos y venales, insiste en que deberían ocuparse de cosas importantes? ¿Por qué es que la gente abdica a su responsabilidad?

Hay parques de diversiones establecidos con elevadísmos niveles de seguridad, porque tiene una reputación que cuidar y porque sus directivos, ejecutivos y colaboradores tienen elevados niveles de ética y de responsabilidad. Pero… en otras partes no es así. ¿Qué estándares de seguridad tienen las ferias que andan por ahí? ¿Viste la foto (en Siglo 21) de una rueda de Chicago, en Mixco, cuyas bases están colocadas en troncos de madera improvisados? ¿De verdad confías en los inspectores de las municipalidades? ¡Nada sustituye a la responsabilidad individual y al buen juicio!… y menos los funcionarios que tú ya sabes.

Columna publicada en El Periódico.

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  1. Alberto me obligó subirme a la montaña rusa del IRTRA. Me bajé temblando sin poder hablar por media hora. Por dentro, lo estaba odiando por haberme hecho pasar por eso. Nunca, jamás me vuelvo a subir a una de esas cosas. Para quitarme el miedo, Alberto me llevó al gusanito y ahí ya se me pasó el enojo.