Stephen Slevin pasó 22 meses en confinamiento solitario en una cárcel de Nuevo México. Durante ese tiempo su salud física y mental se deterioró mucho. Tanto que tuvo que arrancarse un diente dañado porque le fue negado acceso a un dentista; su piel se llenó de hongos; perdió 50 libras de peso y sufrió de llagas. En 2005 Slevin fue arrestado y nunca fue presentado ante un juez, ni fue oficialmente convicto por delito alguno.
¿Cuántos casos similares habrá en Guatemala? ¿Cuánta gente habrá presa, que nunca ha sido presentada ante un juez, ni ha sido condenada oficialmente?
Slevin demandó y obtuvo una indemnización por $22 millones que luego fue reducida a $15 millones. ¡Por supuesto que ninguna cantidad de dinero le devolverá el tiempo y la salud perdidos; pero aquel dinero sí servirá para que pueda mejorar su calidad de vida y continuar viviendo.
En todo esto, las preguntas que asaltaron a mis cuates Tom y Michael fue: Imagínense…¿qué hubiera pasado si un error así hubiera sido cometido por una empresa privada? ¿Se imaginan las olas de indignación y ataques virulentos en los medios de comunicación y en las redes sociales? Pero claro, como fue un error cometido por el estado…se arregla con dinero y aquí no paso nada.
Es como cuando hay un derrame petrolero en instalaciones estatales y en instalaciones privadas. En el primer caso casi no pasa nada; pero en el segundo llueve fuego y azufre. ¿Recuerdas cómo fue con lo de Aumay? ¿Recuerdas cómo fue con la tragedia de Pemex? Lo cierto es que los votantes y tributarios -de la mano con los medios masivos y con intereses políticos específicos- tiene un prejuicio estatista que deja pasar los errores de los políticos y sus funcionarios (en forman parte del sector coercitivo de la sociedad); pero es implacable con los errores de quienes forman parte del sector voluntario y de la sociedad.
Algo debería de ponernos a pensar el caso de Slevin.