Subdesarrollo rural y principios

Una amiga de Facebook escribió que los miembros del Comité de Unidad Campesina y otras organizaciones no dejaban salir a los diputados mientras no fuera aprobada la ley de subdesarrollo rural. Y, ¿qué le contestó una amiga suya? Que deberíamos de tomar su ejemplo cuando deban pasar leyes a favor de nosotros. Mucha gente cree que legislar es repartir privilegios y canonjías.  Los cafetaleros, por ejemplo, quieren el privilegio de que les sean reducidos los impuestos. Los artistas quieren el privilegio de que los tributarios paguen por sus obras. La dirigencia popular quiere el privilegio de imponer una reforma agraria. Hace unos meses, un magnate azucarero chapín celebraba el ambiente de negocios en Nicaragua, sin importarle la corrupción en aquel país, y sin importarle que esté siendo conducido hacia la dictadura.

La mayoría de aquellos actores no piensa en términos de principios, sino que lo hace en términos de conveniencias. En consecuencia, el reto para personas como tú y yo es responder a la pregunta: ¿Cuáles son los principios que hacen posible y sostienen una sociedad armoniosa en la gente pueda prosperar y perseguir su propia felicidad? Yo, por mi parte, sostengo que la repartición de privilegios no es uno de aquellos principios.

El martes, un dirigente empresarial se quejaba de que el procónsul Alberto Brunori, de la ONU, no tiene una actitud conciliatoria. Y esa candidez solo se explica porque el dirigente no ha de saber que es imposible conciliar principios opuestos. Y la discusión acerca de la ley de subdesarrollo rural es una de principios. Se pueden conciliar aspectos marginales y formas, pero no principios.

Ya lo he compartido antes, pero no está de más meditar acerca de que en todo proceso político se debería tomar en cuenta esto que escribió Ayn Rand: En todo conflicto entre dos hombres (o grupos) que comparten los mismos principios básicos, gana el más consistente. En toda colaboración entre dos hombres (o grupos) que se apoyan en diferentes principios básicos, el más maligno, o irracional es el que gana. Cuando los principios básicos opuestos están abierta y claramente definidos, eso obra en ventaja del lado racional; y cuando no están claramente definidos, sino que están ocultos, o difusos eso obra en ventaja del lado irracional.

Columna publicada en El periódico.

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