¿Qué clase de reforma política?

Ahora que leo que fue instalada una forma de convergencia para la reforma política, pienso que es importante pensar que clase de reforma política deberíamos buscar los chapines.

Aprovech la ocasión para reproducir algo que escribí en septiembre pasado, luego de la primera ronda electora, para sugerir que la reforma política no sea diseñada para favorecer a intereses particulares; sino que sea diseñada basándose en normas generales y abstractas.

He aquí lo que escribí entonces:

En esta elección fue evidente que los partidos ningunearon al TSE, al Registro de Ciudadanos y a la Ley Electoral.   La absurda prohibición de hacer campaña antes de la convocatoria oficial fue ignorada.  ¿Quién cumplió en 100 por ciento la obligación de hacer transparente su financiamiento? ¿Qué pasó con los límites fijados para los gastos de campaña?  Hubo candidatos inscritos sin finiquitos.  Los partidos siguen siendo roscas electoreras, y no intermediarios entre mandantes y mandatarios.  En el interior, las pasiones agarran fuego.

En cuanto a los candidatos, abundaron las nominaciones de carácter familiar y clientelar. El populismo adquirió dimensiones sudamericanas. Muchos tienen la impresión de que para la segunda vuelta se presenta un dilema entre dos males.

Con todo y todo la “magia” de los comicios se hizo presente en el entusiasmo de las multitudes que se entregan en las Juntas Receptoras de Votos, en el Centro de Cómputo, y entre los miles de voluntarios.  La “magia” estuvo entre los votantes que acudieron a darles sus votos a los candidatos, o a expresar su rechazo legítimo a un sistema que se está agotando.

¿Cuánto tiempo pasará antes de que la mayoría ponga, en todas las papeletas, las groserías que pone en las del Parlacen? ¿Llegaremos a ese momento antes de que el descontento se vuelva violento?

Es un cliché recordar aquello de que en chino, la palabra crisis es la misma que oportunidad; pero a sabiendas, mi opinión es que deberíamos aprovechar que los chapines han madurado bastante en algunos aspectos cívicos (tras el serranazo, tras las jornadas de mayo de 2010 y luego de las amenazas que sufrió la Constitución en estos comicios) y empezar a trabajar en una reforma electoral y de partidos.

Una que consolide el sistema republicano, que acabe con los privilegios, que amplíe y fortalezca la facultad de elegir que tienen las personas, que opere en favor de los mandantes, y que aproveche la energía y el entusiasmo que la gente vuelca en las elecciones. Una para antes de que el descontento se vuelva violencia.

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