Amenazas y desastres

Los desastres naturales no existen, lo que hay son amenazas naturales.  Las inundaciones y los terremotos son amenazas que ocasionan desastres cuando –a sabiendas, o no– las personas se ponen en riesgos.  Las casas construidas a las orillas de los barrancos, las de tres pisos con columnas para dos y las carreteras mal construidas son desastres artificiales a punto de ocurrir.

Es un desastre esperando el momento oportuno para ocurrir que el Estado tenga una Conred con la mitad del presupuesto que supuestamente necesitaría.  Consume recursos que se desperdician y perpetúa la creencia de que solo el Estado puede enfrentar catástrofes, levanta falsas expectativas, obstaculiza iniciativas y genera frustación.

Si es cierto que hacer las cosas de forma diferente es mejor que hacerlas mejor; lo que mi cuate Peter J. Boettke dice, tiene sentido: Un estudio hecho luego de Katrina, muestra que la sociedad civil y la vida comercial tienen un papel vital en la recuperación exitosa luego de un desastre.  Cada vez que el gobierno (el mismo que construye puentes endebles) intenta guiar a los individuos en sus decisiones, o les impide tomarlas de acuerdo con su conocimiento local y sus motivaciones privadas, surgen los obstáculos para la recuperación.

Peter añade que la intuición nos empuja hacia el mando y el control; pero la ciencia económica nos conduce a favorecer la descentralización y la información de primera mano que tienen los individuos, capaces de aceptar los retos propios de los cuidados del pensamiento y los problemas de vivir, como escribió Tocqueville.  La centralización y militarización de la compasión puede ayudar a aquellos que se encuentran lejos a sentir que se está haciendo el mejor esfuerzo por tratar con la crisis; pero una vez pasada la fase inicial de búsqueda y rescate, la de reconstrucción debería ser resultado del caos planificado.

En todo caso, si los políticos y sus burócratas quisieran hacerse útiles, lo mejor sería que se concentraran en identificar vulnerabilidades y que advirtieran a la gente acerca de ellas.  Y una vez que se materializaran las amenazas naturales inevitables, que removieran todo obstáculo existente para la libre movilidad de capital, comercio y trabajo con los cuales la gente puede reiniciar sus vidas sin estorbos.

Esta columna fue publicada en El Periódico.

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