En septiembre, ¿vas a ir a votar? Seguramente sí; tanto en la capital, como en otros lugares del país, hay muchas organizaciones de jóvenes en las que sus miembros están entusiasmados con su participación en los comicios generales. Empero, todavía hay jóvenes que creen que no vale la pena hacerlo.
La culpa de esto, en buena parte, es del vergonzoso desempeño que tiene la clase política. Y también el hecho de que, para los patojos, hay pocos ejemplos edificantes a seguir, en aquel campo de la acción humana. Cuando la mayoría de políticos no son corruptos e ineptos, son arrogantes y controladores. Pero no todos.
A esto no ayudan campañas irresponsables como aquella que dice que los políticos son una mierda, ni las pintas que dicen que las elecciones son una farsa y que no hay que votar. Hay, ciertamente, grupos interesados en que la gente no acuda a las elecciones y a esos no hay que hacerles el juego. Creo que hay que ir a votar estruendosamente y darles una lección –que no olviden en mucho tiempo– a los políticos que sí son boñiga.
Para votar, claro, hay que empadronarse y quedan pocos días para hacerlo. Se puede votar con la cédula, o con el DPI; pero para hacerlo es preciso empadronarse y es recomendable actualizar los datos en el padrón.
En estas elecciones generales el voto más importante será el que emitas para diputados. La mayoría de la gente se enfoca en el voto presidencial; pero el poder para cambiar el sistema –que es lo que está, verdaderamente, mal– está en el Legislativo. ¡Elige bien a los diputados y vota cruzado! No contribuyas a la concentración del poder.
Al ir a votar, uno puede hacerlo a favor de un candidato, si cree que alguien merece su confianza; pero también puede votar contra algún candidato. Votar a favor, o en contra son las opciones más comunes. Sin embargo, también está la posibilidad de votar nulo, que quiere decir: denme mejores candidatos, o no estoy de acuerdo con el sistema. Votar nulo no es lo mismo que no ir a votar. Aunque votar nulo no tiene un peso específico en los resultados, sí manda un mensaje claro de rechazo al sistema; y deslegitima el abuso de autoridad por parte de los elegidos no solo por la minoría, sino con el rechazo expreso de la mayoría.
Estamos escribiendo las páginas de los libros de Historia que serán leídas dentro de 50 o 500 años. Y podemos optar por ser actores, o por ser espectadores. El voto es una pequeña pero importante forma de ser protagonista.
Esta columna fue publicada en El Periódico.