En Guatemala, el 7 de diciembre de cada año, se celebra La quema del Diablo. Al ocaso, la gente enciende fogarones frente a sus casas y en ese rito mitológico quema lo viejo, lo inservible…lo malo.
Hay fogarones grandes y chicos, y la fiesta generalmente viene acompañada por quema de cohetillos y comidas tradicionales entre las que destacan los buñuelos y el ponche de frutas. Una de mis anéctotas favoritas acerca de los buñuelos es la de una ocasión en la que mi padre decidió jugarle una broma a mi hermano, Juan Carlos. Resulta que JC es de los que tomaba la porción más grande y el buñuelo más grande, siempre que podía; así que un 7 de diciembre, mi padre tomó un pedazo de algódón, lo forró con masa de buñuelos y produjo uno notablemente más grande y hermoso. Ya cubierto con miel, el buñuelo en cuestión se veía tentador, así que cuando JC entró a la cocina y vio el buñuelo grande lo reclamó para sí. Mi padre entabló con él una discusión y le disputó el buñuelo. Los que sabíamos de la broma observábamos con entusiasmo y el momento culminante fue cuando mi hermano tomó el buñuelo y se lo metió entero a la boca. Y tardó unos segundos en notar que había algo extraño. Unos segundos más se requirieron para que se diera cuenta de que había caído en una broma y que estaba mascando un buñuelo de algodón.
Alrededor del mundo, muchas culturas -como la celta, o la valenciana- tienen la costumbre de encender fogarones y el buen fuego siempre ha sido un instrumento que ilumina y purifica. Según la tradición chapina, el fuego incinera al diablo representado por las cosas viejas que se queman en aquel. La tradición demandaba que en al fuego del 7 de diciembre fueran arrojados los vejestorios, símbolos de rencores, de envidias, de malas experiencias del año y de otras cosas que son El Diablo y que hay que arrojar fuera de la casa (o del corazón) y entregar a las llamas.
De unos pocos años para acá, a alguien se le ocurrió que podría ser buen negocio elaborar piñatas con la imagen del Diablo y venderlas en para esta fiesta. ¡Y dio en el clavo!, ya que las piñatas se popularizaron y se generalizaron, al menos en la ciudad de Guatemala.
Este año, sin embargo, he visto una novedad: Piñatas de Satanás, con la cara de Sandra Evita Torres, esposa del presidente Alvaro Santa Clos Colom. Por cierto que hay mara que no le atina y que quema llantas, colchones, y otros materiales inapropiados, con lo cual la hoguera adquiere características tóxicas. Y con eso, los irresponsables están conjurando, no a la eliminación de los demonios, sino a la intervención del estado niñera, que es igual, o peor que el mismísimo Belzebú.
Gracias a mi amigo, Raúl, por la foto.
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Jajajajajajaja! La foto en las piñatas se parece a la chava poseída del exorcista!