ProReforma: Los abuelos nos enseñan el camino

Los abuelos nos enseñaron el camino, dice esta pinta que se halla en la zona 10 de la ciudad de Guatemala; y la misma ilustra el valor que se le da a la sabiduría y a la experiencia de aquellos que saben más por viejos, que por diablos.

El asunto viene al caso porque uno de los aspectos menos comprendidos de la propuesta de reforma constitucional ProReforma, es el del Senado. Mucha gente cree que el senado de ProReforma es parecido a los senados que hay en los Estados Unidos de América, México, y en otros sistemas bicamerales; y sin detenerse a leer la propuesta creen que sus funciones son similares.
El senado, en ProReforma, es un cuerpo integrado por personas de entre 50 y 65 años de edad, cuya tarea es emitir leyes, o sea normativas generales, abstractas e impersonales aplicables a todos por igual, sin distinción alguna. Ejemplo de este tipo de normas son las de los Códigos Civil y de Comercio; o el Código Penal. Para entender mejor este punto, su tarea contrasta con la de los diputados, cuya tarea es regular de forma específica y concreta, por medio de normativas aplicables sólo a casos particulares. Ejemplo de estas normas son las de la Ley del Organismo Judicial, el Código Militar, El Código de Notariado, la Ley del Presupuesto del Estado, y otras de esa naturaleza.
Estas meditaciones vienen al caso porque un lector de diarios se queja de que, según él, el senado de ProReforma (que él llama inapropiadamente Cámara, o Parlamento) es elitista porque no integra a estudiantes, artistas, profesionales y a otros; y porque, según él, una cámara elitista no velaría por los derechos de las mayorías.
Vale la pena detenerse en estas observaciones porque confirman que la mayoría de críticos de ProReforma no lee detenidamente la propuesta; y que muchos, aunque la lean, la critican no por lo que dice, sino por lo que ellos dicen que dice.
Voy a admitir que el senado sí es elitista. Si entendemos que élite es un grupo minoritario de la sociedad que tiene un estatus superior al resto de la misma, ¡¿Por qué no íbamos a querer que el senado fuera integrado por la mejor gente posible?! Ya hemos tenido Congresos, presidencias, gabinetes y tribunales integrados por la peor gente posible; ¿por qué no probamos elegir un senado con los mejores entre nosotros?
Dicho aquello, esa es la idea de elegir a personas de 50 años que ya hayan demostrado ejecutorias y que gocen de la confianza de sus coetaneos. La idea es que cuando uno llegue a los 50 años de edad pueda elegir a personas que conoce y que sabe que podrían hacer un buen papel como senadores. La idea es que sean los mejores; no los peores, ni los más comunes y corrientes. La idea es que sean ejemplares, confiables. Como la idea de los ancianos, a los que hace referencia la pinta que ilustra esta nota.
El comentario del lector que motiva estas meditaciones contiene otra ligereza. Supone que el senado de ProReforma no estará integrado por estudiantes, artistas, profesionales y demás; pero…¿de dónde saca?, ¡¿de dónde saca que no hay estudiantes, artistas y profesionales de 50 años de edad?! La idea es que las personas que integran el senado sean los mejores y que ya hayan demostrado de qué color son sus plumas. ProReforma no dice nada acerca de en qué actividades deberían destacar los senadores porque eso le corresponde decidirlo a cada elector y a cada grupo que proponga senadores. Seguramente habrá abogados, médicos, arquitectos, pintores, músicos, periodistas, profesores, estudiantes, dirigentes comunitarios, sindicalistas, empresarios, y lo que sea. Lo que no habrá son patojos, como no hay un Presidente de la República de 39 años, ni uno de 20. Y porque cuando uno es patojo, generalmente no ha desarrollado todo su potencial.
A aquel desliz se le suma otro: dice el lector que una cámara (sic) elitista no velaría por los derechos de las mayorías. ¿Dónde está el error? En que los derechos los tienen todos. No hay tal cosa como derechos de las mayorías, ni derechos de las minorías. Los derechos, para serlo, tienen que ser de todos por igual (no de algunos) y tienen que ser respetados por todos y para todos, siempre, no algunas veces sí, y algunas veces no. Si hay facultades que confundimos con derechos, estas, en realidad son privilegios. Si hay facultades que sólo pueden ejercer unos (ya sean mayoría, o minoría) y no pueden ejercer otros (ya sean mayoría, o minoría) esa facultades son privilegios, o concesiones, pero no derechos.
Los senadores, provenientes ¡de todos los caminos de la vida!, habiendo demostrado sus ejecutorias, elegidos por sus coetaneos que los conocen, y encargados de hacer leyes de observancia general y abstractas, no tendrían ni incentivos, ni posibilidades de repartir privilegios o dispensar concesiones a mayorías, o mayoría algunas. Además, ProReforma prohibe los privilegios expresamente, como ningún otro proyecto se ha atrevido a hacerlo.
Sería fatal que el Congreso, el Legislativo, el Parlamento, o como quiera llamársele fuera una especie de mercado en el que se llegaran a negociar y a conseguir privilegios, concesiones, o facultades específicas que tuvieran unos grupos de interés y otros no. Y peor sería que aquellos privilegios, concesiones o facultades se les concedieran a unos, a costillas de otros. ¡Ups!, pero…si así es como es el sistema actualmente. ¡Urge cambiar este estado de cosas!
A facultades que tienen unos, y no tienen otros, o que tienen unos a costa de otros, de ninguna manera podrían llamarse derechos. ¿Qué clase de derecho a la libertad de expresión, por ejemplo, sería uno que tuvieran unos, y no otros? ¿Qué clase de derecho a la vida sería aquel que sólo tuviera una mayoría, y no lo tuviera una minoría?
Piénselo, y seguramente se entusiasmará con ProReforma.

Comments

comments

Comments are closed.