Se ciernen las sombras sobre los niños

As far as my eyes can see/ There are shadows approaching me“. En esa canción, de Alan Parsons, pensé cuando leí que la Ley de Adopciones fue aprobada, en tercera lectura, en el Congreso guatemalteco. Pensé en todos aquellos niños huérfanos y abandonados para quienes las sombras de la burocracia y de los intereses oscuros sustituyen a la esperanza de hallar un hogar.

Dicha ley es un crímen porque las futuras adopciones quedarán en manos de un monopolio de políticos y burócratas. Y usted, que ya sabe cómo son las cosas, puede ir intuyendo desde ya en qué va a parar eso: en lo que paran todos los monopolios de políticos y burócratas, o sea en corrupción, en arbitrariedad y en abusos. ¿Cuántos niños quedarán, ahora, a merced de la rapiña del Consejo Nacional de Adopciones?

Es un crímen porque, tal y como lo confirmó en Todo a pulmón, Rosa Máría de Frade, ex vocera de la presidencia y actual diputada electa: no está demostrado que los supuestos robos de niños estén vincluados a procesos de adopción.

Este es un crímen porque intereses políticos y mezquinos están siendo antepuestos a los intereses de aquellos niños cuyo futuro dependerá de las mordidas que haya vayan a pedir los monopolistas del CNA. Porque, no me diga usted que cree que los monopolistas de ese Consejo van a ser diferenes a otros monoplistas del estado.

Las sombras se ciernen sobre todos aquellos niños que abarrotarán los orfanatos.

Para más información al respecto recomiendo el artículo de Jorge Jacobs titulado Baboseados de nuevo:

La aprobación, ayer, de la Ley de Adopciones en tercera lectura es un nuevo y triste caso de cómo los presidenciables cayeron de babosos en la trampa que les tendieron los grupos interesados en acabar con la institución de la adopción, al igual que otros (o los mismos) se los babosearon antes de la primera vuelta con la Cicig.

Con la Cicig, les dijeron que, si no la aprobaban, perderían las elecciones porque era un “clamor popular” y la gente se los cobraría en las urnas. Sí, dijeron todos, y se fueron rapidito al Congreso a presionar a sus diputados para que aprobaran la Cicig, no fuera a ser que “el pueblo” en realidad se lo cobrara en las urnas.

Llegaron al colmo de que uno de ellos hasta echó del partido a un diputado que no cayó en la estratagema de los grupos de presión, con la excusa de que no se “alineó” con la política del partido. ¡Pamplinas!, simplemente no tuvieron la entereza para oponerse a la presión.
Cuál no ha de haber sido su sorpresa (si es que se dieron por enterados) de que, apenas unos días después del “trascendental logro” de aprobar la Cicig, un medio de comunicación publicó una encuesta que decía que el 85 por ciento de la población guatemalteca no tenía ni la más remota idea de qué era la dichosa comisión. ¿Se los babosearon? Usted contéstese.

Ahora volvió a sucederles. Solo bastó con que algunos interesados les dieran unos cuantos periodicazos para que a los candidatos nuevamente les temblaran las piernas y ordenaran a sus diputados que aprobaran a marchas forzadas una ley de adopciones, dejándose llevar solamente por los mitos que se han levantado alrededor de éstas.

Cayeron ante el mito de que secuestran niños para “exportarlos” a través de la adopción. Cayeron ante el mito de que la adopción se utiliza para tráfico de niños. Cayeron en el argumento de que la adopción “es un negocio” y nada más.

Lo peor de todo es que cayeron en el cuento de que, con la nueva ley, todo eso se va a arreglar, que ya no va a haber abogados que se enriquezcan con las adopciones, que ya los pobres niños no tendrán que irse de su país sino que serán adoptados por las miles de familias guatemaltecas que están haciendo cola para adoptarlos; que ya no se dependerá de unos avarientos mercaderes de niños, sino que ahora todos serán tiernamente cuidados y protegidos por la burocracia guatemalteca, siempre tan atenta, eficiente y abnegada.

Pues para la información de los candidatos, todo eso es mentira. Les vieron la cara. Lo que va a pasar simplemente es que las adopciones se van a acabar. Los niños que de esa manera tendrían alguna oportunidad de mejorar en la vida estarán condenados a sobrevivir en Guatemala, si bien les va, como niños de la calle, si es que no van a terminar violados y maltratados en algún orfanato gubernamental.

Que les quede en su conciencia. Para la próxima, infórmense bien antes de ponerse a lloriquear ante los periodicazos.

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