“La moraleja de La rebelión de Atlas es que, invariablemente, los políticos responden a las crisis –que en muchos casos ellos mismos han creado– mediante el engendro de programas gubernamentales, leyes y regulaciones nuevas. Estas, a su vez, generan más destrucción y pobreza, mismas que inspiran a los políticos a crear más programas…y así la espiral en picada se repite a sí misma hasta que los sectores productivos de la economía colapsan bajo el peso de los impuestos y de otras cargas impuestas en el nombre de la equidad, de la igualdad y de las buenas intenciones”.
Si esta observación de Stephen Moore le parece de actualidad, espere a leer Atlas Shrugged: From Fiction to Facts in 52 Years, publicado en The Wall Street Journal el 9 de enero de 2009. Y antes de leer el artículo, seguramente querrá, usted, ver esta entrevista.
El artículo de Moore explica cómo es que los rescates, los paquetes de estímulo, el gasto público creciente y las normativas con nombres atractivos, entre otras políticas que están de moda ahora, son perturbadoramente parecidas a las que describe Ayn Rand en su novela; y que conducen por “el camino de servidumbre” y al colapso que hace necesaria La Rebelión.
¿Qué tal si las peores pesadillas se hacen realidad? ¿Qué tal si la realidad es peor que la ficción? “Muchos de nosotros, que conocemos el trabajo de Rand, hemos notado que con cada semana que pasa, y con cada plan de rescate y esquema de estímulo que se sucede en Washington, nuestros políticos actuales están cometiendo los mismos actos de locura económica que La rebelión de Atlas hizo parodia en 1957”, advierte Moore.
Moore confía en que todavía es tiempo de detener el hundimiento; si las personas comprenden, entre otras cosas que tarde o temprano todo el gasto en el que se está incurriendo va a tener que ser pagado. Y si comprende que no es necesario cometer errores, para salir de la crisis.
La lectura de La rebelión de Atlas puede ser un remedio que evite un hundimiendo total de la economía; o puede ser un triste te lo dije, luego de que los daños sean irremediables y que los costos se cuenten en términos de vidas humanas destruidas.