Hoy Prensa Libre y Siglo Veintiuno anuncian la producción de De monstruos y prodigios que presentará la Organización para las Artes de la Universidad Francisco Marroquín; y sin duda será una producción magnífica como todas las que presenta la Orpafm.
De monstruos y prodigios expone la historia de los castrati; niños que eran castrados, durante la pubertad, para conservar la tesitura de su voz. Los castrados hicieron su aparición en las iglesias, cuando el papa Pablo IV emitió una prohibición para que las mujeres cantaran en los coros de la basílica de San Pedro. Por eso, en el siglo XVI, se empezó a recurrir a la castración chicos de entre 7 y 12 años de edad. Un castrato podía alcanzar tesituras que iban desde soprano a mezo-soprano, debido al retiro de sus testículos. Las voces de los castrati eran consideradas como dones divinos. El Papa se había basado en San Pablo, que escribió que “las mujeres deben permanecer en silencio en la iglesia”.
En aquellas condiciones, no eran pocas las familias humildes que ofrecían sus niños para la castración y así buscaban garantizarse ingresos suficientes para su supervivencia. La posibilidad de hacerse fama cantando en ceremonias religiosas, teatros y cortes, podía generar un un ingreso considerable para el castrato, para su familia y para los intermediarios de las contrataciones. Generalmente los niños eran forzados a aceptar su castración, aunque una disposición hipócrita estipulaba que aquella no podía ser hecha “sin el consentimiento del niño”. Clemente VIII explicaba que las castraciones se hacían “en honor a Dios”.
Al modo de los modernos vocalistas pop, muchos de aquellos cantantes de “voz angelical” lograron la admiración del público y colosales fortunas personales. Tal es el caso de Farinelli, de cuya historia hay una película altamente recomendable. Por cierto que está (en VHS) en Take One, la tienda de vídeos de la Plaza Futeca, en la zona 14.
Voltaire y Rousseau se manifestaron contra la castración. Para 1798 la Iglesia Católica permitió que las mujeres cantaran en los coros y el papa Benedicto XIV declaró ilegal la castración. En su momento, el imperio napoleónico le puso fin a la práctica, como lo hizo el estado italiano en 1870. Los castrati siguieron actuando en El Vaticano y en otras iglesias, hasta que el papa Leon XIII prohibió definitivamente su presentación en ceremonias religiosas. Empero, el último castrado, Alessandro Moreschi, no se retiró hasta 1913 e incluso hizo una grabación de su voz, realizada en 1902.
Más info acerca de los castrati puede se encontrada en:
The Castrati as a Professional Group and a Social Phenomenon, 1550-1850; John Rosselli; Acta Musicologica, Vol. 60, Fasc. 2 (May – Aug., 1988), pp. 143-179
For and against the Order of Nature: Who Sang the Soprano?; Lionel Sawkins;
Early Music, Vol. 15, No. 3, Lully Anniversary Issue (Aug., 1987), pp. 315-324