La portada de Nuestro Diario, el lunes pasado, me dio rabia y me conmovió intensamente. Ahí estaban Carla López y su hijito de cómo un año de edad, llorando amargamente porque José Rodríguez, marido de ella y padre de él, había sido asesinado cuando manejaba un bus urbano.
Con una crudeza triste, la foto refleja el desconsuelo y el dolor que debe haber sentido aquella familia destruida. Sepa usted que 61 pilotos de buses han sido asesinados en lo que va del año; y que 52 corrieron igual suerte en 2006. Los pilotos suelen ser víctimas de pandilleros que los extorsionan y que, cuando no reciben sus exigencias, proceden a asesinar a los conductores de buses.
Viajar en camioneta es una de las aventuras más peligrosas en la ciudad de Guatemala; y, ¿sabe usted qué se le ocurrió al presidente Oscar Berger, el miércoles pasado? Que ante el incremento de los precios de los combustibles la gente viaje en transporte urbano. El buen hombre dijo eso luego de admitir que la criminalidad había rebasado al poder de las autoridades hasta el punto de ser incontrolable.
Berger (que parece ser, o que se hace) se excusa diciendo que la inseguridad “no afecta sólo a Guatemala, sino que es generalizada en Latinoamérica, debido a la presencia del crimen organizado, narcotráfico y pandillas”. Y uno supone, en esa lógica, que la delincuencia se acabará cuando el crimen organizado, el narcotráfico y las pandillas desaparezcan, se muden a otro lado, opten por ya no seguir cometiendo delitos, o qué se yo.
¡Pero usted sabe que eso no va a pasar!; y sabe que es deber del estado garantizarnos la vida, la libertad, la justicia, la seguridad y la paz. Sabe que la precisa misión del estado es salvaguardar la propiedad, la libertad y la convivencia pacífica. Sabe que “tiene que haber una institución investida de poder suficiente como para controlar a los que no se muestran dispuestos a respetar la vida, la salud, la libertad y la propiedad de los demás, pugnando contra la propia existencia de la convivencia social”, tal y como lo explica Ludwig von Mises.
Por eso es que el dolor de la señora López y de su hijo me hace hervir la sangre. Porque tenemos una administración costosísima que incumple descaradamente con su más elemental razón de ser; y porque tenemos ciudadanos y tributarios que son indiferentes a los comentarios del presidente Berger. ¿Dónde estaban la PNC, la PMT, los tribunales de justicia y el MP para José Rodríguez y su familia?
¿Dónde están para José Natividad Trejo? ¿Conoce el caso de Trejo? El también es piloto de bus. En 2005 fue asaltado por 4 criminales que portaban armas de fuego ilegales; pero aquellos no contaban con que Trejo portaba un arma legalmente. Trejo defendió su vida y sus bienes. Trejo mató a uno de sus asaltantes. Trejo, que seguramente no es un cobarde cualquiera, se quedó para enfrentar las consecuencias de su acto de legítima defensa. Trejo lleva como 9 meses en la cárcel y su esposa ha tenido que vender su casa para enfrentar los costos del juicio
¿Sabe qué es lo peor? El delincuente que murió cuando asaltaba a Trejo, igual que docenas y docenas de otros delincuentes impunes, llevaba 10 ingresos a prisión y eso le pelaba porque seguía delinquiendo como si nada. Y si aquello le parece poco: el fiscal Erick Rosales dice que la inseguridad no justifica a Trejo. O sea: ¡A Trejo, a Rodríguez, a usted y a mí no nos protege la administración; pero tampoco tenemos derecho a defendernos! El fiscal, ¿es, o se hace?
El gobierno, si lo hubiera, está para evitar que Trejo, Rodríguez y sus familias, pasen por lo que han pasado. ¡No para chinear los intereses de buscadores de rentas parasitarias y de políticos inescrupulosos! Y nosotros -que pagamos impuestos como si nada- ojala no nos veamos, nunca, en la portada de un diario como se ven Carla López y su pequeño hijo.
¿Quiénes somos, y quiénes nos hacemos?
Publicada en Prensa Libre el sábado 9 de junio de 2007