Obama, a “soplar y hacer botellas”

Barack Obama demandó revivir la industria e instó al Congreso de su país a tomar acciones rápidas para hacer crecer la economía, crear puestos de trabajo y convertir a su país en un polo industrial.  Obama dice que lo que hay que hacer es sencillo:  lanzar centros industriales en todo el país, que tranformen regiones fuertemente golpeadas por la crisis económica; pidió invertir en institutos de innovación manufacturera; reiteró su idea de incrementar el gasto en infraestructura y creación de empleos. Pero…¿¡cómo no se le había ocurrido antes!?  Si era sólo cuestión de soplar y hacer botellas.

Obama continúa, así y para condena de la gran nación que tiene a su cargo, la fatídica herencia de Franklin Delano Roosevelt. El Presidente, ¿de verdad creerá que se puede ordenar la reactivación de la economía por medio del gasto público?

Tal vez Obama debería leer el capítulo de El Rey en El Principito y he aquí un fragmento para meditar acerca de si un Presidente debería demandar cosas como: ¡Que crezca la economía!

El único deseo del rey, era el de ser respetado. No toleraba entonces que se le desobedeciera en lo más mínimo. Pero… dentro de todo, daba órdenes razonables.

“Si ordeno-decía- a un general que se convierta en ave marina y éste no obedece, no sería culpa del general, sino exclusivamente mía”.

-Podría sentarme-suplicó tímidamente el principito.

-Ordeno que lo hagas-respondió el rey al tiempo que recogía parte del faldón de su manto de armiño.

El principito se preguntaba: “Sobre quiénes podía reinar el rey, siendo tan pequeño su planeta?”

-Sire…-le dijo- os pido perdón por preguntaos…

-Ordeno que me preguntes-contestó el rey apresurado.

-Sire… ¿Sobre qué reináis?

-Sobre todo-respondió el rey.

-¿Sobre todo?

Expresándose con gestos, el rey señaló su planeta, los otros y también las estrellas.

-¿Sobre todo eso?-preguntó el principito asombrado.

-Así es, sobre todo eso…-respondió el rey.

El principito se hallaba nada menos que frente a un monarca universal.

-¿Y las estrellas os obedecen?

-Claro que sí-dijo el rey- Acatan mis órdenes al instante. Detesto la indisciplina.

El principito estaba realmente maravillado. Si él hubiera detentado tal poder, habría podido ser testigo no sólo de cuarenta y cuatro, sino a setenta y dos, o cien, o aún doscientas puestas de sol en un mismo día, sin siquiera necesitar desplazarse con su silla! Comenzaba a experimentar cierta melancolía al recordar a su pequeño planeta que había quedado abandonado y se animó a pedir una gracia al rey:

-Necesito ver una puesta de sol… Hazme el gusto… Ordena al sol que se ponga…

-Si ordeno a un general que vuele de flor en flor cual si fuera mariposa, que escriba una tragedia o que de pronto mutara en ave marina y no lo hiciera, quién estaría en falta, ¿él o yo?

-Vos-contestó el principito con tono seguro.

-Correcto. Se debe pedir a cada cual, lo que está a su alcance realizar. La autoridad posee un primer sustento que es la razón-dijo el rey- De tal forma que si ordenas a tu pueblo arrojarse al mar, seguramente éste se inclinará hacia una revolución. Me creo con el derecho de exigir obediencia ya que mis órdenes están dentro de lo razonable.

 

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