Luego del accidente de ayer en la Calzada de la Paz, me acosté triste y me desperté triste; pero el dolor que causa la muerte de 51 personas y el dolor de sus deudos no será en vano si inspira un cambio de paradigma que mejore la calidad de la seguridad vial. Porque no es que haga falta más regulación; lo que no hay es voluntad de hacer cumplir la que ya existe, ya que las supuestas autoridades, en realidad, no tienen autoridad. No la tienen el Presidente y sus ministros para que haya un seguro, o para que se cumplan las condiciones del seguro (cuando lo hubiere), y no la tienen los policías de las carreteras cuando se enfrentan a un piloto y su ayudante armados con machetes.
Y claro, podemos seguir haciendo lo mismo para tener los mismos resultados, o podemos explorar soluciones innovadoras y creativas. La elección es nuestra: resignarnos al caos o exigir un cambio real. Si no lo hacemos ahora, ¿cuántos muertos más necesitamos para reaccionar? ¿Quién es responsable de lo que ocurrió ayer en la Calzada de la Paz? ¿Va a haber consecuencias’?
Estoy convencido de que las licencias de conducir (todas las licencias de conducir) deberían ser expedidas por empresas aseguradoras privadas, lo mismo que los permisos para operar flotas de buses. ¿Por qué? Porque las empresas aseguradoras, a diferencia de los políticos y burócratas, sí tienen mucho que perder con los accidentes viales. Estoy convencido de que fue una canallada de la administración Giammattei derogar los seguros para el transporte colectivo como respuesta a presiones de los transportistas. Estoy convencido de que el seguro debe ser personal y obligatorio para todo prestador de servicios de transporte colectivo y de carga.
Está clarísimo que el modelo de entes reguladores (de carácter político) ya se agotó. No sólo en el caso del transporte, sino en cualquier otra instancia que quieras mencionar.
Solidaridad chapina
Dicho lo anterior, me quito el sombrero con el respeto más absoluto para los socorristas, bomberos y demás voluntarios que han ayudado en esta tragedia.
También para vecinos y personas que ayer proveyeron alimentos y bebidas en el lugar de la tragedia para los deudos, afectados y equipos de rescate. Y para la funeraria que ofreció ataúdes. Y para los vecinos y personas que construyen nichos. La chapinidad se volvió a manifestar en forma de solidaridad y generosidad en medio del sufrimiento, de la misma forma en que se ha expresado en otras ocasiones.
Prueba de que el concepto de prójimo y el sentido de comunidad pueden más que todas las instancias políticas y burocráticas a la hora de auxiliar rápida y efectivamente en casos como el del accidente.
El Estado promete seguridad, pero ofrece muerte. La comunidad promete nada, pero entrega ayuda. Elijamos mejor en quién confiamos.