Hoy es el Black Friday y también es el Día de No comprar nada. La primera es una especie de fiesta capitalista, posible gracias a la productividad y a la mejora de la calidad de vida propias de ese sistema. La segunda es una especie de antifiesta socialista, supuestamente contra el despilfarro y contra un malentendido individualismo.
En los Estados Unidos de América —y en otras partes del mundo, incluida Guatemala— el Black Friday se celebra el viernes después del Día de Dar Gracias, y allá en el norte es el día en el que la gente compra más. Muchos negocios atraen compradores con ofertas y descuentos verdaderamente atractivos. Por otro lado, el Día Sin Compras es una jornada de protesta contra el consumismo y el derroche. Incluso hay activistas que se organizan para tratar de impedir que la gente visite centros comerciales. Una celebración es pacífica; el otro evento puede no serlo.
Individualismo, por cierto, no se refiere a que la mayoría de las personas viva aislada, al margen de la sociedad, ni a que la mayoría contemple su ombligo y solo vea por sus propios intereses, ignorando la división del trabajo y la cooperación social pacífica. En cambio, el Individualismo propiamente dicho es el sistema que respeta absolutamente los derechos individuales de todas las personas, sin distinciones ni privilegios. Se opone al colectivismo, que no reconoce la existencia de los derechos individuales y solo considera los supuestos intereses colectivos.
Este choque de visiones en el día de hoy sirve para explicar que —contrario a lo que cree la gente en la calle— no son los gastos ni las compras los que mueven la economía, el capitalismo o la prosperidad. Quien mueve la economía, el capitalismo y genera prosperidad es el ahorro. ¡Sorpresa! Del ahorro sale el capital, y del capital surgen las inversiones productivas. De las inversiones productivas nacen los bienes y servicios que enriquecen buena parte de nuestras experiencias de vida, así como los empleos productivos.
Sin ahorro (y por eso el despilfarro no es aconsejable), no habría nada de aquello, porque la oferta genera su propia demanda. No en el sentido de que si yo ofrezco bienes necesariamente haya demanda por ellos, sino en el sentido de que, para que yo ofrezca bienes —digamos zapatos—, tengo que invertir (demandar) en materias primas, trabajadores capacitados, ejecutivos creativos, máquinas, inmuebles y todo lo que se necesita para que mis zapatos se vendan con éxito.
El ahorro no debe ser confundido con avaricia. Mientras que el ahorro es una conducta sana con miras a prever para el futuro y con propósito, la tacañería no solo implica no gastar, sino que, cuando se gasta, se pasa mal. El ahorro conduce al placer, mientras que la tacañería lleva al sufrimiento.
De ahí que el Día de No Comprar Nada sea engañoso. A simple vista y de modo superficial parece una forma de ahorro, pero en realidad es solo una manifestación anticapitalista e incluso antihedonista.
¿Habías pensado en eso?