El rescate de la abeja

 

Encontré una abeja debilitada y empolvada en mi cuarto; y ¡Por supuesto que iba a tratar de rescatarla! Quienes visitan este espacio saben que son de mis animalitos favoritos. 

Al principio la abeja desconfiaba.

Corría la cocina para diluir miel en agua y con una cuchara ofrecérsela a la abeja.  Le acerqué el líquido y luego de superar la desconfianza natural empezó a beber con su probóscide. Libó un rato y decidí sacarla a la ventana para que se fuera.

Pero no se fue…y ahí se quedó. Entonces le derramé un poco del líquido dulce en el ladrillo por si necesitaba beber más.  Y no vi que bebiera.  Pero tampoco se iba. Y cayó la noche.

La abeja se paseaba por la cuchara.

Al día siguiente la abeja segúia en la ventana, así que decidimos moverla al balcón y depositarla en la hierbabuena donde estaría más protegida y después del desayuno, cuando la fuimos a ver, ya no estaba. Suponemos que se repuso y se fue.  

Desde que en la Primaria estudié a las abejas, las colmenas y la miel -en la clase de Ciencias naturales, agropecuaria y salud y seguridad, con Miss Estercita- valoro mucho el fruto del trabajo de aquellos animalitos.  Pero ya antes, desde la Preprimaria cuando mi abuelo Jorge volteaba la botella de miel y subía la burbuja y él decía que era el paracaidista, la miel llamaba mi atención y despertaba mi imaginación, y se me antojaba.

Se aproximó al líquido dulce.

Soy fan de las abejas

Cuando era niño, mi tía abuela, la Mamita hacía turrón a mano y cuando le ponía miel caliente a las claras de huevo para preparar aquel postre tradicional, a la cocina llegaba multitud de abejas que revoloteaban en el lugar; y a mí me fascinaba ese espectáculo.

Una vez, cuando tenía unos 14 años estaba viendo un documental de abejas en casa de mis padres y me entró un deseo irresistible de comer miel.  Fui a la despensa y me llevé la sorpresa de que no había miel de abejas.  Había de maple y de caña en el refrigerador, ¡Pero no había miel de abejas!  Lo que se me ocurrió fue dirigirme a la casa vecina de una amiga de mi abuela, y pedir que me regalaran miel.  ¡Así me quité el antojo!…y decidí que nunca debe faltar aquel producto en mi casa.

Le costó separarse de la cuchara.

Gracias a mi amigo, Bobby, cuyo padre tenía colmenas en Amatitlán, una vez –ca. 1979- participé en el proceso de sacar las colmenas, ponerlas en la extractora centrífuga y extraer el producto precioso y dulce elaborado por las abejas.  Me gocé lamer y chupar trocitos de colmena.

¿Cuándo fue la última vez que me picó una abeja? Creo que fue cuando estaba en Quinto año de primaria, minutos más, minutos menos, y fue en la finca Florencia durante un día de campo con mi familia, durante la temporada en la que mi papá corría en moto. Creo recordar que mi abuela me puso tabaco en la picadura, luego de sacar el shute de la abeja que me picó.

Después de haber bebido se paseaba como Pedro por su casa.

En otro orden de ideas, las abejas eran el símbolo personal de Napoleón I, emperador de los franceses.  Las abejas son símbolos muy antiguos relacionadas con la dinastía merovingia, símbolos del trabajo y de la inmortalidad.

Comments

comments

Comments are closed.