La de la foto es una máquina embosadora y servía para registrar los consumos con tarjetas de crédito, en las boletas de papel especial en triplicado. El original era para el establecimiento que cobraba y dos copias iban una para el cliente y otra para el emisor de la tarjeta.
Como mi papá fue el primer gerente general de Credomantic de Guatemala, a mediados de los años 70 vi muchísimas de esas. De hecho, mi papá nos pagaba unos centavos a mi hermano y a mí para que repartieramos esas máquinas y tarjetas de crédito en la zona 1. En esos días también compaginábamos y engrapábamos las listas negras que contenían los números de tarjetas que no deberían ser aceptadaas por los establecimientos afiliados, y también repartíamos esas listas.
La oficina de Credomatic quedaba en el Edificio de Novatex, en la quinta avenida y novena calle A; y de ahí salíamos mi hermano y yo a buscar direcciones y hacer las entregas en las inmediaciones. Íbamos a pie, por supuesto y recorríamos calles y avenidas con nuestraos encargos, muy responsablemente.
En aquel tiempo no había la inmundicia que hoy se puede encontrar en la zona 1; y uno, como niño, aprendía mucho sobre sentido común, y being street smart, haciendo esos mandados. También conocía uno muchos negocios y gente.
Esas máquinas (a las que también llaman troqueladoras), que requerían que los números de las tarjetas y los nombres de los tarjetahabientes estuvieran en relieve, dejaron de ser relevantes cuando aparecieron los POS y con las compras en línea.
Recuerdo que, la última vez que usé una como establecimiento afiliado, fue en mi restaurante Luna Llena, en La Antigua, ca. 1993.