A pesar de las apariencias -y esa es parte de la gracia- Halloween es una fiesta en la que se celebra la vida y en la que se hace mofa del misticismo; una fiesta en la que se les quita importancia al mal y a los monstruos y por lo tanto es una fiesta que merece ser celebrada.
La de hoy es una noche juguetona en la que nos burlamos de la muerte y celebramos la vida, con disfraces; en Halloween nos reímos de las brujas, de la hechicería, de los fantasmas y de otros productos del misticismo.
Hablando de brujas, para la mayoría de la gente, su primera asociación con la palabra “bruja” es por medio de cuentos de hadas, de “Macbeth”, o con la quema de brujas, dice Helmuth Schoeck en su libro Envy. En esa obra, Schoeck explica que desde tiempos inmemoriales la sospecha de brujería o de magia negra ha caído sobre aquellos que tienen un motivo para ser envidiosos -de alguien menos feo que él mismo, de padres con suerte, o de un campesino con una mejor cosecha y ganado sano, etc. Después de todo, la mala suerte sólo puede caer sobre aquellos que tienen algo que perder: buena salud, belleza, posesiones, familia. En un intento de entender emocionalmente el problema de la mala fortuna, parecía razonable buscar a personas que pudieran ser envidiosas.
Sigue Schoek: Durante los juicios contra brujas, en Europa, las acusadas eran precisamente personas que, de alguna manera, hubieran levantado sospechas de que eran envidiosas y, por lo tanto, pudieran desearle el mal a otros. Gradualmente, sin embargo, el hombre envidioso mismo se constituyó en el acusador; y las acusadas pasaron a ser personas guapas, virtuosas, orgullosas y ricas, o las viudas de ciudadanos ricos. Este doble papel de la envidia con respecto a la brujería es evidente en pueblos primitivos. El forastero, el lisiado, cualquiera que estuviera discapacitado es sospechoso y es considerado como responsable de causar daños. Empero, el mismo hombre primitivo es capaz de asegurar que otro miembro de su tribu sólo es rico, poderoso, buen bailarín o cazador sólo porque ha obtenido, mediante magia negra algo que les debería pertenecer a otros miembros de su tribu.
Algunos antropólogos ven en la brujería creencias que funcionan como válvulas de seguridad, como instituciones entendibles y deseables mediante las cuales son reguladas las tensiones intersociales, dice Schoeck; pero [Clyde] Kluckhohn sostiene que el efecto destructivo e inhibidor de aquellas ideas ha sido enormemente subestimado, y que más que controlar sentimientos agresivos lo que hacen es producir timidez y reducir las relaciones sociales. Kluckhohn no deja lugar a dudas con respecto a la conexión inmediata entre la envidia y las sospechas de brujería.
En su obra, Schoek cita un trabajo de John Gillin titulado The Culture of Security in San Carlos. A Study of a Guatemalan Community of Indians and Ladinos y dice: También es generalmente cierto entre las culturas indígenas centroamericanas que la envidia y la codicia son tenidas como anomalías, o crímenes. Los indígenas conocen una clase de enfermedad que es producida por la magia, a la que llaman envidia, enfermedad que es invocada por una persona envidiosa. La víctima tiene el innegable derecho, reconocido por la comunidad, de matar al su enemigo si puede descubrirlo. Por esa razón es inconcebible que alguien admita su envidia.
Decidí compartir con ustedes estas lecturas para añadirle a la celebración de hoy un toque adicional al carácter festivo y lúdico que tiene, porque a ratos sospecho que la envidia es un sentimiento muy presente en la sociedad guatemalteca. Eso sí, que conste, que el hecho de haberme puesto solemne no quiere decir que no me disfrute la fiesta de las calabazas, los gatos negros, las escobas, los disfraces y las telarañas.
En casa ya está listo el 85% del fiambre para el almuerzo de mañana; hoy celebramos la Brujitas´ Nite y tenemos monedas de chocolate para los niños vecinos que salen a pedirlos en la tarde.