Pasado mañana, aquellos de nosotros que sentimos el llamado a ser ciudadanos presentes iremos a votar para elegir quién será el Presidente de la república; y quien resulte ganador tendrá la tarea de convencer a los electores -incluidos aquellos que votaron en su contra- que los representa.
Se engaña el candidato, o la candidata que cerca de la media noche del domingo 20 se maree con impresión de que ha recibido un mandato en forma de cheque en blanco. En parte porque en la primera vuelta 46% de los llamados a elegir tomaron la decisión de ni siquiera llegar a las urnas. En parte porque de los que llegaron, 6.9% dejaron sus papeletas presidenciales en blanco; y 17.39% anularon activamente sus votos. Aquello suma 24.29% de votos, que es 8.69% más que la opción que encabezó y 13.12% más que la opción que quedó en segundo lugar. ¿Está claro que ambas opciones llegaron al balotaje electas por una minoría de los ciudadanos.
Está por verse cómo serán los porcentajes en la elección del domingo próximo; pero si todo se mantiene igual, se repetirá el fenómeno de que quien quiera que se lleve la Presidencia, se la llevará gracias al voto de una minoría, no de la mayoría como señala la teoría democrática dogmática.
¿Por qué es esto importante? Porque dadas las naturalezas abiertamente socialistas de las opciones que habrá en la papeleta del 20 de agosto, es muy importante que la opción ganadora no consiga el poder convencida de que tiene un mandato amplio -de carácter popular y mayoritario- para hacer lo que le de la gana. El mandato de la próxima administración -y en consecuencia su poder- debe ser lo más limitado posible, lo más reducido posible, lo más precario posible. ¿Para qué? Para que su carácter temporal sea claro y evidente. Para que su carácter temporal le impida entregarse a sus caprichos al amparo de la mitología de la democracia dogmática.
En un seminario en el que participo estamos leyendo la parte de la obra de Francisco de Vitoria que tiene que ver con los derechos humanos. El salamantino dice que el poder ha sido establecido desde la entraña misma de la naturaleza humana, que es, nada menos, que la de individuos racionales; y que la autoridad -para ser ejercida con autoridad- se deriva del consentimiento libre de los individuos que conforman la sociedad. Y a aquello añado que ese consentimiento no se da únicamente, ni permanentemente el dia de la elección, sino que debe ganarse, día a día, acto con acto, a lo largo del período que le corresponde a la autoridad.
De ahí que los resultados del domingo no sean un cheque en blanco. Ni para tirios, ni para troyanos.
El límite general del poder es la libertad de los individuos y los otros derechos individuales, dice el escolástico; y por eso, añado, es que los derechos individuales deben prevalecer sobre los intereses colectivos; y sobre todo sobre lo que quienes ejercen el poder dicen que son los intereses colectivos. ¿Por qué? Porque como escribió Isidoro de Sevilla: Rey viene de regir; eres rey si riges bien; si no riges bien, no eres rey.
Habiendo hecho el ejercicio de ser ciudadano presente, habiendo evaluado cuál de los candidatos podría causar menos daños institucionales y de cuál podríamos recuperarnos más pronto reitero que votaré para evitar que la mala simiente se haga con el poder; y para que, si recibe más votos, su mandato sea limitado y reducido.
No lo he hecho basado en eso que la gente llama planes de gobierno, que no son más que listas de satisfactores para grupos de interés; ni en ver eso que la gente llama debates, o foros presidenciales que son tres cuartos de lo mismo. Lo he hecho mediante la observación de los dos candidatos y de los grupos y las personas que los apoyan y han apoyado a lo largo de sus vidas políticas.
He llegado a la conclusión de que el voto nulo, aunque es la posición moral más cómoda en el corto plazo, también es una posición moral peligrosa en el mediano plazo ya que no contribuye evidentemente, ni inequívocamente a limitar y reducir el mandato de la opción que, aquí y ahora, tiene más posibilidades de hacerse con el poder en la Presidencia.
Aprovecho para compartirte algo que escribió Dante Alighieri: Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral.
Columna publicada en República.
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En este enlace encontré bastante sobre la mala simiente. Aquí hay otra oportunidad para conocer mejor a esta opción.