En su casa los conocen y los tratan de tu

 

En su casa lo conocen y lo tratan de tu era el dicho que mi abuela tenía para referirse a alguien desconocido; en el sentido de que a la persona en cuestión no era conocida más allá de su círculo familiar.  Para esos casos, Frances tenía otro dicho más chistoso: A saber qué pata puso ese huevo, para decir que quién sabe de dónde la persona en cuestión.

De aquellos dos dichos me acordé cuando un extranjero me preguntó que cuántos candidatos presidenciales había para los próximos comicios. Unos 23, le dije sin estar seguro…y añadí: Pero de esos, sólo unos tres cuentan.  El visitante preguntó, entonces, ¿Cuáles tres? y rápidamente produje tres nombres.  Y la siguiente pregunta fue: ¿Quiénes son los otros?.  Me quedé en silencio unos segundos y poco a poco, poco a poco empecé a producir nombres…y no pasé de cinco.  Después de ahí, a los demás en sus casas los conocen y los tratan de tu.

Lejos están los días en los que los candidatos presidenciales eran -te gustaran, o no- personas con trayectorias largas y ejecutorias notables.  Mucho de lo que hay ahora entre los candidatos presidenciales son tipo A saber qué pata puso ese huevo, y ya no digamos lo que hay en los listados de candidatos para alcaldes, y en los listados de candidatos para diputados.  ¿Sabes quiénes son los dos candidatos a diputados que encabezan cada una de las listas de los tres partidos políticos que tengas top of mind?

Si este desconocimiento ocurre entre personas que leen diarios en línea y leen columnas de opinión, ¿qué crees que ocurre con el ciudadano y tributario promedio?

La primera elección general de la que tengo memoria es la de 1970.  Estaba, yo, en segundo grado de Primaria y uno de mis compañeros le preguntó a la maestra que qué quería decir PR, porque toda la ciudad estaba pintada con esas siglas. La maestra le explicó que quería decir Partido Revolucionario, de Mario Fuentes Pieruccini y que las pintas eran porque pronto había elecciones.  Mi compañero preguntó que si ganaba el PR iba a haber revolución y mi maestra le dijo que no, y que el PR era el partido que gobernaba en ese momento.

De ahí se disparó mi interés por los comicios, me acordé de que había un candidato de apellidos Lucas Caballeros, que decía ser el de las manos limpias y de que, en alusión a él, había pintas en las paredes que decían Lucafé.  Luego me enteré de que era porque tenía vínculos con la caficultura.  Me acordé de haber oído que, en casa, el candidato favorito era Carlos Arana.

Las elecciones de 1974 las viví con más conciencia.  Recuerdo la canción que decía Mi papá votará por Ríos Montt, del Frente Nacional de Oposición con Alberto Fuentes Mohr; no me acuerdo de nada con respecto a Ernesto Paiz Novales; y los votos en mi casa iban por Kjell y Mario.

En 1978 me acuerdo de Peralta Méndez, Peralta Azurdia y Romeo Lucas; y en 1982, la primera elección en la que participé activamente, son inolvidables Maldonado Aguirre, Guevara, Anzueto Vielman y Sandoval Alarcón.

Mi punto es que, aún de niño, me daba cuenta de que todos aquellos nombres tenían historia y presencia en el país y en las conversaciones que había en casa.  En mi círculo -nos gustaran, o no- se sabía qué patas habían puesto aquellos huevos.

En aquellos días y con cualesquiera que fueran sus defectos y limitaciones, los partidos eran ideológicos.  No era como ahora que son puras roscas electoreras diseñadas para conseguirles boletos de participación para los candidatos.  No era como ahora que da la impresión que lo único que une a los miembros, directivos y candidatos es el afán de conseguir el poder, conservarlo, o influir en él en cualquier circunstancia, a cualquier costo.

Lo que ahora se ve en las listas de candidatos presidenciales, a alcaldes y a diputados no son personas de talla y altura.  En esas listas abundan puros personajes de oportunidad, sin conexión ideológica de unos con otros, o con los partidos que los postulan.  Están ahí porque alguien los puso.  No están ahí por sus largas trayectorias y ejecutorias notables.

Y todo esto es muy malo en muchos niveles. En su más pura expresión, la democracia tan cacareada ha desplazado al ideal republicano. Ya no importa si a muchos candidatos sólo los conocen en sus casas y los tratan de tu, porque los que hay en las listas son pa mear y no echar gota y los que resulten electos va a tener poderes legislativos, impositivos, punitivos y administrativos.

Columna publicada en elPeriódico.

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