El bacalao a la vizcaína es el plato tradicional que muchos chapines comemos el viernes anterior a la fiesta de easter o pascua que algunos celebramos en el contexto del equinoccio de primavera. Y uno de los mayores placeres del bacalao es compartirlo. Compartirlo con familiares y amigos.
Claro que ese es el caso de todos los platillos que llamo ceremoniales: el fiambre en el contexto del día de los muertos; el pavo en la Navidad y el solsticio de invierno, así como en el Día de acción de gracias. También con el mole en mi casa, y con otros. Son platillos que saben mejor si hay con quien compartirlos.
En mi columna de ayer conté poco más, o menos la receta. Porque no es que haya receta, todo es al tanteo.
Desde que yo era niño recuerdo que amaba el bacalao a la vizcaína, tanto en las casas de mis abuelas como en la de mis padres. Ahora nos lo gozamos mucho en casa. Desde el día que lo vamos a comprar, pasando por los procesos de quitarle la sal, hasta el momento en el que lo preparamos y, ¡Por supuesto! hasta el instante en el que lo probamos con buen pan francés!…y cerveza. Ahora me gusta mucho con cerveza.
El viernes lo disfrutamos acompañado por arroz, encurtido y cervezas en compañía de nuestros amigos Sergio y Willy. El postre fueron garbanzos en dulce y miel de garbanzos. Luego salimos a vivir las tradiciones propias de la temporada.
Las tradiciones chapinas son para todos los sentidos: para el gusto, el olfato, la vista, el oído y el tacto. Platillos, flores y frutas, imágenes y recuerdos, música y texturas; y en casa nos siempre las aprovechamos para pasar buenos ratos, construir nuevos recuerdos y revivir los viejos. Las tradiciones no son buenas, ni malas por ser tradiciones; su bondad, o perversidad dependen de sus contenidos particulares y de los significados que les damos. En esta temporada, por ejemplo, algunos centran su atención en la muerte y en el sacrificio; mientras que otros nos orientamos a la vida y al propósito. Hay tradiciones aborrecibles como la ablación y tradiciones hermosas como la de recorrer las calles en la noche durante las conmemoraciones de esta temporada.
El viernes, por cierto fue una oportunidad estupenda para que mucha gente recuperara la dignidad y perdiera los miedos sembrados hace dos años. El espíritu festivo y cordial de la gente en las calles -e incluso en las multitudes- contrastaba muchísimo con las malas vibras de hace dos años.