La niebla más hermosa que he visto en mi vida se desplazó por la ciudad de Guatemala, desde la costa sur, ayer en la tarde.
Vino justo a la hora en que empezaba el ocaso y se dejó venir rápidamente por la meseta central. Fue agarrando un color dorado que contrastaba con el azul del cielo -que tenía tonos grises- y con lo verde de mi vecindario.
Luego de tantos colores, todo quedó cubierto por la neblina espesa y gris para dar paso a la lluvia.
A mí, la niebla me encanta. Me da ganas de chocolate caliente con pan francés. Me fascina especialmente cuando la veo avanzar a gran velocidad. Fue una dicha ver este espectáculo.