Un escudo para Eneas

“Hijos míos, dijo Vulcano, “deja a un lado vuestras tareas; ahora debéis probar vuestra fuerza y ​​vuestra destreza magistrales. Forjad armas para un héroe; armas que requieren de vuestra fuerza, vuestra velocidad y todo vuestro fuego en formación”, dijo. Pusieron a un lado sus trabajos anteriores, y sus nuevos trabajos dividieron ansiosamente. Un torrente de plata fundida, bronce y oro, y acero mortal, en el gran horno pusieron; De esto, sus ingeniosas manos preparan un escudo, sólo lo suficiente como para sostener la guerra. Varios orbes dentro de una ronda espaciosa se cierran: uno agita el fuego y el otro sopla el fuelle. El acero silbante está en la herrería ahogada; La gruta con yunques golpeados gime alrededor. Por turnos sus armas avanzan, al mismo tiempo; Por turnos, sus manos descienden y los martillos repican. Convierten la masa brillante con pinzas torcidas; El ardiente trabajo continúa, con canciones rústicas, dice Virgilio, en LaEneida, al relatar cómo es que Vulcano y sus hijos forjan un escudo prodigioso para Eneas, a solicitud de Venus, padre del héroe troyano.

Harvard Classics, Vol. 13

¡Ah, chispas!, cómo me costó leer aquellos versos en inglés y admito que la traducción al español está fatal. Empero, es notable que en el Día mundial de la poesía, la asignación de lectura haya sido La Eneida; que es una epopeya que describe la destrucción de Troya y la  posterior fundación de Roma.

Con ocasión de esta conmemoración, es oportuno recordar algo que John Keating les dijo a sus estudiantes en La sociedad de los poetas muertos; No leemos y escribimos poesía porque es lindo; leemos y escribimos poesía porque somos miembros de la raza humana. Algo que no debemos olvidar en tiempos difíciles, digo yo. Y en esa dirección les comparto el poema If, de Rudyard Kippling, leído por Michael Caine.

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¿A qué viene esto? A que en estos días de recogimiento, por decir algo, dispuse leer lo que toque de The Harvard Classics, de acuerdo con su guía de lectura Fifteen Minutes a Day.  Dicha guía le permite, al lector viajar por las mentes y los escritos de algunos de los más fascinantes pensadores de todos los tiempos…y algunos no tan fascinantes.

El editor, Charles W. Eliot, que fue presidente de la Harvard University, más de una vez dijo en público que, en su opinión, un estante de cinco pies, podría contener suficientes libros para permitir un buen sustituto para una educación liberal, a cualquiera que los leería con devoción, incluso si sólo dispusiera de quince minutos al día para leer.  En fin, The Five-Foot Shelf of Books fue uno de los regalos que mi abuela, Frances, me regaló cuando me gradué de bachillerato en 1979.  De cuando en cuando acudo a la colección para consultas en casa; pero hoy decidí leer las lecturas asignadas cada día durante el distanciamiento social, para leer temas distintos a los que suelen ocupar mis momentos de lectura por trabajo y por placer, que al final resultan ser lo mismo.

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