Hallándose [Sir Isaac Newton] retirado en 1666, a causa de la peste, en soledad cerca de Cambridge; mientras caminaba un día en su jardín, y veía caer algunas frutas de un árbol, cayó en una profunda meditación sobre la gravedad, cuya causa había sido buscada durante mucho tiempo, pero en vano, por todos los filósofos, mientras que el vulgo pensaba que no hay nada misterioso en ello, cuenta Voltaire en una de sus Letters to the English, titulada On Attraction.
Voltaire expresó algunos de sus intereses científicos y filosóficos en una serie de cartas en las que también mostraba su admiración por la tolerancia y la libertad de expresión que había en Inglaterra, mismas que el se esforzaba por introducir en Francia, explica Charles W. Eliot.
La lectura de hoy, con la pluma genial de Voltaire, me llevó a la teoría de la atracción, por medio de la cual Newton desvirtuó la teoría de los vórtices y la materia sutil que había sostenido René Descartes; y probó que la gravedad, la atracción y la cantidad de materia en los cuerpos eran lo que generaba las órbitas y mantenía a los cuerpo celestes en movimiento y en sus lugares unos con respecto a los otros.
Los vórtices pueden llamarse cualidades ocultas porque su existencia nunca fue probada. La atracción, por el contrario, es real porque se demuestran sus efectos y se calculan sus proporciones., escribió Voltaire al referirse a los descubrimientos de Newton.
Sir Isaac Newton, por cierto, murió el 20 de marzo de 1727
La lectura de hoy también incluyó On Sir Isaac Newton`s Optics; y Voltaire nos cuenta cómo es que Galileo, Kepler, Descartes y Newton, cambiaron el rostro de la naturaleza con respecto a nosotros. Una naturaleza que para ser gobernada, tiene que ser obedecida, como nos ha advertido Ayn Rand y que, particularmente en estos tiempos, requiere de la mayor racionalidad y del método científico (no de lo oculto, ni del misticismo) para ser comprendida en algún grado de utilidad.
En fin, Voltaire nos lleva por el célebre experimento newtoniano del prisma para descubrir los colores de los que se compone la luz blanca. Sir Isaac Newton ha demostrado a simple vista, con la simple ayuda del prisma, que la luz es una composición de rayos de colores que, unidos, forman un color blanco. Él divide un solo rayo en siete, todos los cuales caen sobre un lino o una hoja de papel blanco, en su orden, uno encima del otro, y a distancias desiguales. El primero es rojo, el segundo naranja, el tercero amarillo, el cuarto verde, el quinto azul, el sexto índigo, el séptimo un violeta violeta. Cada uno de estos rayos, transmitidos luego por otros cien prismas, nunca cambiará el color que lleva; de la misma manera, como el oro, cuando se purga completamente de su escoria, nunca cambiará después en el crisol. Como prueba superabundante de que cada uno de estos rayos elementales tiene inherentemente en sí mismo lo que forma su color en el ojo, tome un pequeño trozo de madera amarilla, por ejemplo, y colóquelo en el rayo de un color rojo; esta madera se teñirá de rojo al instante. Pero póngalo en el rayo de un color verde, asume un color verde, y así de todo lo demás. ¿De qué causa, por lo tanto, surgen los colores en la naturaleza? No es más que la disposición de los cuerpos para reflejar los rayos de cierto orden y absorber todo el resto, escribió Voltaire.
Al final, Voltaire explica que Sir Isaac Newton inventó el telescopio reflectario y he tenido dos. A mi favorito lo llamaba Clementine, en honor al Deep Space Program Science Experiment lanzado en 1994. Newton inventó un telescopio que descubre objetos por reflexión y no por refracción. Los telescopios de este nuevo tipo son muy difíciles de fabricar y su uso no es fácil; pero, según los ingleses, un telescopio reflector de solo cinco pies tiene el mismo efecto que otro de cien pies de largo, apuntó Voltaire. Ahora no tengo telescopio…pero en una de esas…
¿A qué viene esto? A que en estos días de recogimiento, por decir algo, dispuse leer lo que toque de The Harvard Classics, de acuerdo con su guía de lectura Fifteen Minutes a Day. Dicha guía le permite, al lector viajar por las mentes y los escritos de algunos de los más fascinantes pensadores de todos los tiempos…y algunos no tan fascinantes.
El editor, Charles W. Eliot, que fue presidente de la Harvard University, más de una vez dijo en público que, en su opinión, un estante de cinco pies, podría contener suficientes libros para permitir un buen sustituto para una educación liberal, a cualquiera que los leería con devoción, incluso si sólo dispusiera de quince minutos al día para leer. En fin, The Five-Foot Shelf of Books fue uno de los regalos que mi abuela, Frances, me regaló cuando me gradué de bachillerato en 1979. De cuando en cuando acudo a la colección para consultas en casa; pero hoy decidí leer las lecturas asignadas cada día durante el distanciamiento social, para leer temas distintos a los que suelen ocupar mis momentos de lectura por trabajo y por placer, que al final resultan ser lo mismo.