Actividades temerarias y la carga moral del rescate

¿Qué pasa cuando una persona practica deportes extremos que le pueden costar la vida a otra persona? ¿Qué pasa cuando uno pone en riesgo su vida -de forma temeraria, o no- y para sacarlo a uno de un aprieto otra persona pierde su vida?

Esas preguntas me asaltaron cuando leí que Saman Kunan un buzo, voluntario,  murió por salvar a los niños tailandeses; no tenía hijos, pero dejó una viuda. Y me recordó dos escenas de la película  Everest : En la primera,  Rob muere como consecuencia de que tuvo que regresar para que Doug pudiera cumplir su sueño, a sabiéndas de que Doug ya no estaba en capacidad de hacerlo y de que estaban atrasados y llegaba una tormenta; en la otra, para rescatar a Beck casi se matan dos soldados nepalíes y se usa un helicóptero posiblemente pagado por tributarios de Nepal (que como se sabe no son el pueblo más próspero de la Tierra).

No siento simpatía por hobbies, deportes, aficiones, competencias, ambiciones, o sueños que ponen en peligro las vidas de terceros con el propósito de que los practicantes alcancen sus propósitos; y tampoco por aquellas que colectivizan las consecuencias de las malas decisiones de los practicantes.

Creo que para quienes ponen en práctica hobbies, deportes, aficiones, competencias, ambiciones, o sueños que ponen en peligro las vidas de otras personas, o colectivizan las consecuencias de sus malas decisiones hay una pesada carga moral no sólo por usar recursos ajenos para cumplir sus objetivos; sino que, ¡sobre todo!, si sus rescatistas mueren y dejan viudas, o huérfanos.

Esta carga moral pesada, no se alivia por el hecho de que los rescatistas sean voluntarios. ¿Por qué? Porque quienes practican aquellas actividades saben, o deberían saber, que si toman malas decisiones, o tienen un accidente alguien más podría pagar el precio más alto (que es el de la vida), para que el rescatado no tenga que pagarlo. Y porque no es lo mismo ser voluntario para rescatar víctimas de circunstancias que no podrían prever, que para rescatar personas que deliberadamente se han puesto en peligro.

¿Los que practican hobbies, deportes, aficiones, competencias, ambiciones, o sueños peligrosos y temerarios deberían ser dejados a su suerte si tienen accidentes? ¡Por supuesto que no!  Claro que no.  Pero, pesa sobre ellos una carga moral formidable no sólo por la vida, o vidas perdídas en su rescate; sino por las familias de quienes pagaron el precio del rescate.

¿Me alegro de que los niños de Tailandia hayan sido rescatados? ¡Por supuesto que sí!  Claro que si.  Y me da pena la muerte de Kunan, y admiro a los rescatistas que lograron sacarlos.

La foto es de Lanquin, Guatemala.

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