En San Martín Jilotepeque, la tierra del Subanik, grupos de pobladores aseguran que la deficiencia en el alumbrado público ocasiona inseguridad. En la población varios focos están quemados y algunos postes están dañados de modo que la iluminacion es escasa y los delincuentes se aprovechan de ello para cometer asaltos. Unos en la pena de que no hay luz.
Mientras tanto, en San Marcos, pobladores de Nuevo Paraíso viven con temor por la violencia que ejercen los grupos que se oponen a la construcción de una hidroeléctrica en el lugar. Con la finta de que la usina causaría daños al ambiente y tendría efectos graves en la salud de la gente, los que se oponen a la hidroeléctrica han llegado a extremos de quemar una vivienda e intentar la expulsión de quienes son acusados de apoyar el proyecto. Los opositores a la generadora de energía incluso han quemado maquinaria destinada a obras comunitarias. Estos en la pepena.
La cuestión es que la gente necesita energía eléctrica para iluminar las calles y evitar la delincuencia; la gente necesita energía eléctrica para que funcionen las incubadoras de las salas cuna en los hospitales y para que funcionen los quirófanos. La gente necesita energía eléctrica para ver los juegos de fútbol y sus telenovelas en la tele; para comunicarse con sus seres queridos por medio de Skype en los cibercafés; para que estén frías las chelas y para que no se shuquee el fiambre. La gente necesita energía eléctrica para evitar penas; pero la dirigencia popular -siempre en la pepena- destruye maquinaria, quema casas, amanaza personas, engaña a la gente más sencilla y es capaz de quién sabe qué cosas con tal de evitar nuevas fuentes de energía.
La dirigencia popular antihidroeléctricas debería ser identificada como lo que es: fabricante de miseria.
La ilustracion es de Prensa Libre, por Fo.
Hay que llamarlos fabricantes de miseria, terroristas o delincuentes, pero nunca ambientalistas o campesinos, conozco a muchísimos campesinos que no merecen ser comparados con semejantes individuos.