Cuando yo empecé a conducir automóvil, mis amigos decían que en Guatemala sólo hay dos reglas de tránsito: El que saca la nariz pasa y el que pega paga. Eso no es extraño en una cultura en la que, aparentemente, la gente sale a manejar y se integra a una carrera por adelantarse, por cruzarse, por meterse…y mejor si todo ello ocurre mientras el conductor habla por su teléfono móvil. Tal vez estoy exagerando; pero generalmente tengo la impresión de que así es como conduce mucha gente entre nosotros.
Curiosamente esto ocurre en una sociedad en la que a los estatistas les encantan los registros y las licencias. Una en la que mucha gente cree que con registros y con licencias se evita el mal, sin importar las evidencias. Está claro que las licencias para cortar árboles no evitan las talas inmoderadas; y está claro que el registro de armas no evita que los delincuentes usen armas no registradas (¿cómo iba a ser de otra forma?) Y en ese contexto, ¿por qué iba a sorprendernos que cuatro de cada diez conductores no tengan licencia para conducir?
Claro que el hecho de que alguien tenga licencia no quiere decir mucho. Lo que quiere decir es que la tiene; pero eso no lo hace más, o menos calificado para manejar. Entonces…¿para qué sirven las licencias de conducir? Yo sospecho que sirven para lo que sirven las demás licencias: para recaudar, para que las autoridades puedan ejercer la arbitrariedad, para fomentar la corrupción y para poner en evidencia que las autoridades no tienen autoridad.
Hace años la policía me detuvo en la carretera Panamericana y yo andaba con mi licencia vencida de unas semanas. Cuando el primer agente me dijo que tendría que multarme le dije que procediera y lo divertido fue que fue a llamar a otro compañero y luego de examinar mi documento vencido repitió el veredicto del primer agente y sentenció que tendría que imponerme una multa. Yo le repetí que procediera y ambos fueron a traer a un camarada; pero esta vez de mayor rango. El tercero tomó mi licencia vencida y confirmó lo que yo ya sabía: Me iban a poner una multa. Como reconocí mi descuido y los invité a darme el talón, al tercero se le ocurrió preguntar que a qué me dedicaba yo; y al contarle que soy periodista cambió el tono. Me conminó a renovar el permiso tan pronto como volviera a la ciudad de Guatemala y me deseó buen viaje.
Mi hipótesis es que querían que yo les pagara a cambio de no ponerme la multa. Y por eso fue el desfile de agentes. Y por eso es que no extendían el boleto, y sólo amagaban. Puede que me equivoque; pero puede que no.
En fin…así como las autoridades conocen en dónde es que son robados los teléfonos móviles diariamente; y en dónde es que son revendidos esos aparatos, todos los días, ¿sabrán que cuatro de cada diez automovilistas conducen sin licencias? ¿Qué ocurrirá entre los pilotos de autobuses urbanos, y extraurbanos? ¿Será igual la proporción?
No me extrañaría que en el área rural, para el caso de las motos, 9 de cada 10 no lleven licencia. Yo he tratado de convencerlos que la obtengan, incluso conseguí que una empresa que las tramita les hiciera un descuento por docena, y no mostraron interés. Es el clásico ejemplo que estar ¨en ley¨ es muy oneroso, mejor pagar Q.10 cada vez que los paran y no Q.800 por la licencia (lo que les sale con la ida a la Capital mas trámites)