De eso no se habla

De eso no se habla es el título de una peli argentina que me gustaba mucho. Trata de los oscuros padecimientos de la protagonista, en un pueblo desolado.

De aquello me acordé cuando, el 22 pasado leí un comunicado en el que un grupo de ciudadanos tuvo la arrogancia de advertir que no está a debate [PL, 22 de abril de 2013] si hubo genocidio durante el enfrentamiento en el que la guerrilla intentó tomar el poder por la fuerza. Pocos  días antes, el Procurador de los Derechos Humanos había expresado su incomodidad por la división de opiniones sobre el proceso judicial relacionado con aquel asunto. ¡De eso no se habla!, parece ser la consigna; a menos que sea para apoyar a los grupos de interés que promueven la idea del genocidio.

En cambio, creo que en la búsqueda de la verdad todo está a debate y nada debería ser tabú. ¡Por supuesto que se puede explicar!, y hay una obligación moral de explicar que no hubo genocidio.

Esto me recordó lo que F. Copleston escribió en Historia de la filosofía. Demostró, Sócrates, su categoría moral rehusando acceder a que los ocho generales que debían ser procesados por su negligencia en las Arginusas fuesen juzgados a la vez, ya que esto era ilegal y estaba calculado para provocar la sentencia más dura… Una vez más cuando no quiso obedecer la orden de los Treinta… de que tomase parte en el arresto de León de Salamina, a quien los oligarcas trataban de condenar a muerte para poder confiscar sus propiedades. Deseaban sin duda implicar en sus actos al mayor número posible de ciudadanos eminentes, con vistas al día en que tuviesen que rendir cuentas.

Sigue Copleston: Sócrates fue llevado a juicio por los dirigentes de la democracia restaurada acusado de no honrar a los dioses que honra la ciudad, o sea de no conformarse con las ideas que le convenían al establishment; y de fomentar entre los jóvenes un espíritu de crítica con respecto a la democracia ateniense. Y ya sabemos en qué terminó Sócrates. Creo que a nuestra oligarquía oenegera y de los derechos humanos le gustaría callar a los críticos de sus actuaciones, como la oligarquía y la democracia callaron a Sócrates. Ojalá que no sea así.

Columna publicada en El periódico.

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